Capítulo sexto

Desamboca nuestro vicealmirante Leack el estrecho con su esquadra y de desesperada la enemiga acude al fuego.

Aferra la armada en nuestra baya. Conferencian el príncipe y inglés materias importantes.

Emprende Villadaries con más fervor la ofensa con vehemente disparo para hazer brecha, intentando sorprendernos por la montaña, pero paga su ossadía con la pérdida de los suyos.

Valor de nuestra gente en el acometimiento de su contrario. Lista de los soldados que le apresamos.

Primo

Desamboca nuestro vicealmirante Leack el estrecho con su esquadra y de desesperado el enemigo acude al fuego.

Llegamos ya al feliz día en que la Divina Providencia para hazer magnífica ostentación de su justicia nos dexó ver sobre la baya (de que poco antes avía partido el de Pointí con 13 de sus navíos para embarcar los nuevos refuerzos de gente, que en Cádiz tenían aprestados los contrarios) una esquadra amiga, que para nuestro socorro se avía prevenido a instancias del rey nuestro señor (que Dios guarde), poco antes en la barra de Lisboa, con que aquella misma tarde el vicealmirante Leack que la comandava avistó la sitiada plaza.

El alborozo que causó su descubrimiento a los sitiados no ay para que ponderarle aquí, ni menos hazer mención del sentimiento que tuvieron los enemigos con tan repentina novedad. Doze navíos que del de Pointí havían quedado para la seguridad del enemigo por aquella parte, sorprendidos o del pasmo o de la admiración a vista de tan improviso acaso, no supieron recurrir a otro medio que al del fuego a que les entregó no sé si más que su desesperación la falta de consexo. Solo una fragata de 50 cañones que penzó con su lixereza burlar la velozidad de las muchas que componían nuestra flota, quedó, aunque prisionera, salva del incendio a que se vieron reduzidas las demás.

Fué cosa de ver la festiva aunque bien costosa demonstración con que a boca de noche los enemigos celebraron la venida de nuestro socorro. Era el estruendo porfiada galante lisonja de nuestros oídos, si eco fúnebre para los del enemigo. Subían al cielo las llamas entre las densas pardas nubes de humo, en que se dissipavan el alquitrán, rezina y cebo de sus buques y armazón.

Los pertrechos de guerra, granadas, bombas, ollas de pólvora, carcages y demás fuegos artificiales que por la precisión del tiempo no pudieron desembarcarse, hizieron tal estruendo al dispararse que llegaron a formar en el ayre una confusa bien que continuada salva con que alegraron a los sitiados, de calidad que impazientes rebozavan de gozo entre la admiración y el pasmo.

Secundo

Aferra la armada en nuestra baya. Conferencian el príncipe y el inglés materias importantes.

El vicealmirante Leack, que se lo avía estado mirando con algún género de impaziencia, no dexó de estrañar la arrestada resolución con que el francés avía incendiado su flota. Con todo aferró en nuestra baya aquella misma noche, ocupando con los 25 navíos de que se formava su esquadra el passo de la ciudad a fin de mantenerse en aquel puesto, y assegurarla totalmente de las azechanzas del de Pointí en caso que este general intentara nuevamente vengar la quema de sus navíos con la ruina de los edificios de la ciudad, a que se disponía en Cádiz aviendo dado orden a dos balandras le siguieran en el retorno, que con sus navíos y socorros tenía prefixado.

Con el inglés consultó el príncipe aquel mismo día diferentes dependencias de monta, y después de algunas horas passaron ambos a dos a tratar de las disposiciones y medidas que se avían de seguir durante el assedio a vista del empeño con que el enemigo se avía obstinado en la ofensa de la plaza.

Tercoio [sic]

Emprende Villadaries con más tessón el empeño, diriguiendo su fuego para lograr a todo punto brecha. Intenta sorprender la plaza por la montaña y paga la osadía con pérdida de los suyos.

Este inopinado golpe, que sirvió como de preliminar a los que poco después se le subsiguieron al enemigo, dió motivo al de Villadaries para entrar con nuevo tessón en la demanda que se avía propuesto. En conformidad de esto dispuso al amanezer de aquel mismo día se reforsasen de nuevo las dos baterías, que de días atrás se avían plantado a fin de que por este camino se lograra quanto antes la fortuna de quedar la brecha de la Redondela capaz para el assalto, caso que no le surtiera la memorable sorpresa que pensava executar al amanezer del siguiente día, que lo fué del glorioso San Martín.

Con esta resolución mando al crepúsculo del sol del día 9 se aprestara de todo punto para avanzar la ciudad al romper del alba por aquella parte de montaña al coronel Figueroa, que por lo escarpado de su accesso sirve de guarda espaldas a la plaza y de notable defensa del todo de su fortificación. Embistió con tal cautela el coronel, que apenas pudo ser descubierto de nuestras sentinelas ora fuera porque avían totalmente descuydado de su resguardo por considerarse de ninguna entidad. La verdad es que el Figueroa conduzido por un pastor que tenía bien conozido aquel terreno con diferentes escalas de cuerda, pudo con su gente ocupar a lo largo la mayor parte de la sima, de calidad que sin más diligencia vino a predominarnos enteramente.

Los sitiados apenas divisaron al enemigo sobre tan ventajoso parage, dieron de ello parte a su primer gefe, que sin aguardar más prevención dispuso que su hermano el príncipe Henrrique con las dos compañías de Sandoval y fusileros avanzase azia ellos por la parte del Salto del Lobo, que era la más arriesgada, a tiempo que el teniente coronel Bor con sus cien granaderos por la derecha, que mira a la de la Virgen de Europa le iva atacando para embarazarle sus designios.

Quién no ha visto el ardimiento y corage con que en aquella ocasión de que buenamente dependía el logro de aquella empresa, no creerá que estando el enemigo tan fuertamente apostado pudiera nuestro valor obligarle a rendir las armas después de alguna resistencia, como se logró a esfuerzo del estraño arrojo con que ingleses y españoles a un tiempo dieron sobre el enemigo. Resistiose este como una media hora haziendo algún fuego contra los que le atacavan, que de despechados le embistieron a cuerpo descubierto, sin reparar ni en la superioridad ni en los embarazos que el terreno de sí para la gran subida padezía.

En fin la porfiada actividad con que unos y otros nos esmerávamos en aquella funcción a dar muestras del espíritu y braveza de nuestros corazones les obligó a los contrarios a ceder rindiéndosenos quantos no tuvieron tiempo para retrozeder de la empresa.

Quarto

Valor de nuestra gente en el acometimiento de su contrario. Lista de los prisioneros que se les hizieron.

En esta importante acción no sé yo discurrir entre españoles y ingleses quién se llevó la ventaja. Unos y otros pelearon a todo tranze. Los españoles baxo un caudillo cuya alma toda de fuego no aspirava a otro que a las llamas, pudiendo su natural fogosidad venzer quantos reparos le propusiesse por adelante la imaginación. Los ingleses cuyo marcial genio está ya echo a no hazer caso de los riesgos, dieron tales muestras de su esfuerzo que lograron a poco rato triumfar enteramente de su adversario. Unos y otros, es fixo, que en esta ocasión se cedieron parias en la igualdad. Lo cierto es que la compañía de fusileros catalanes dió principio a la vitoria desaloxando una manga de granaderos, que ocupando lo más eminente, se iva estendiendo ya muy cerca del Salto del Lobo, y que logrando aquel parage no avía más que venzer.

Eran los enemigos en número de unos quatro cientos, gente escogida, y muchos de ellos graduados en la milicia, como se verá por la lista que de ellos se pondrá a la fin deste capítulo. El número de nuestra gente no excedía de a ducientos [sic]: el puesto en que nos esperó el enemigo era lo eminente del monte, que ocupava. El terreno que hubieron de venzer nuestras tropas para llegar a hazerles fuego era lo áspero y pendiente de sus desfiladeros. Los enemigos con solas piedras podían embarazarnos la subida aunque hubiéramos sido mil combatientes. Los nuestros devían venzer lo intrincado de su senda.

De los muertos por nuestra parte no ay que hazer mención pues no huvo entre ellos persona de cuenta sí solo tres soldados, un español y dos inglés [sic] fueron los que nos faltaron después de la funcción.

Entre los heridos tengo bien que hazer memoria del príncipe Henrrique a quién una bala lissió malamente su brazo derecho, de don Ricardo Nugen page del príncipe comandante, y de algunos soldados de entrambas a dos naciones, quiénes con los rubíes de su sangre merezieron en aquel lanze acreditar su valor y dar muestras de su alentado esfuerzo.

Rendidos ya los enemigos, les conduximos a la presencia del príncipe comandante, que los estava esperando, deseoso de ver el fruto que en aquella ocasión avía sabido coger en los campos de Marte la savia conducta de su hermano Henrrique.

Llegaron a poco rato, y cumplimentando como se merezían a los principales cabos del enemigo que de aquella funcción quedavan prisioneros, les alojó por las casas de la ciudad según el carácter de cada uno y permitía la comodidad.

No quisiera olvidar aquí lo que en este lanze me suzedió con el coronel Figueroa, que con ocasión de haverle yo rendido, contribuyó en la gloria que mi punto y estimación merezieron en tan arriesgada como heroica funcción en que se destinguió don Sebastián Riba de Neyra, mostrando sus bríos y valor.

Lista de los oficiales y soldados que hazimos prisioneros en la funcción de la montaña

Coroneles:

Don Antonio de Figueroa y Silva

Sargentos mayores:

Don Antonio de Peralta Arxon y Córdova

Tenientes coroneles:

Don Francisco Galiano y Córdova

Don Eugenio Phelipo Domingo de San Sebastiano

Capitanes:

Don Juan de Parcero

Don Luis Barrientos

Don Juan Copia

Don Juan de Valderrama

Don Melchor Seco

Don Mariano Antonio Hugo

Don Juan de Soto

Ayudantes:

Don Gabriel de Barrera

Tenientes:

Don Pedro Alberto Chevallé

Don Juan Manuel de Ríos

Don Diego Moreno

Alferezes:

Don Pedro Brancadel

Don Bernardo Chacón

Don Matías de Tripiana

Don Jayme Juan Fuentes

Don Andrés Bayart

Don Antonio Parco

Sargentos:

Jayme Sellé

Jayme Soli

Joseph Gomes

Juan de Simoneta

Christóval de Presana

Matheo Blanco

Joseph Adrián

Ginés Bravo de Morata

Manuel de Medina

Manuel Salvador

Antonio de Cotes

Cabos de esquadra:

Juan Muños

Francisco Guerrero

Joseph Domingues

Manuel de Quiñones

Juan de San Tiago

Juan Phelipe

Sebastián de Serni

Miguel de Carbaxal

Pablo Mitan

Juan Alcario

Antonio Juan Artiz

Andrés García

Marco Pérez

Aventajados:

Don Manuel Manrrique

Don Nicolás Biscarrondo

Thomás de los Ríos

Miguel Solana

Don Juan de Hosta

Don Juan de Benavente

Antonio Días

Entretenidos:

Don Joseph de Bellera

Luis Ballester

Antonio Joseph

Francisco Pantonet

Ignasio Gallaraga

Juan Ventura López

Manuel Verdexo

Diego Andrés

Blas Rodrigues

Luis Fibí

Joseph Granalla

Carlos Vigano

Francisco Aranda

Bartholomé Jadou

Pablo Mitan [sic: repetit]

Juan Tansenes

Melchor de Torres

Joseph Prano

Balthazar Gutiérrez

Juan Jurado

Joseph Peñafiel

Pedro Guisante

Luis Petiño

Francisco Alonzo

Manuel Fernandes

Francisco Bartolo

Joseph Garifó

Francisco Elías

Juan Manuel de Lobera

Don Alfonso Baldés

Juan de Treveni

Joseph Huguera

Gabriel Merlo

Juan Marqués

Sebastián Gonzales

Francisco Olmedo

Miguel López

Joseph Sancho

Jacintho Martínez

Franquer Valon

Andrés Sandín

Doncor Valch

Joseph Chacón

Adan Dubé

Joseph Tiranxero

Santiago Valon

Joseph de Luna

Diego Alveres

Christóval de Valanzuela

Francisco Dumen

Miguel Julien

Manuel André

Juan Arenales

Roque Jacintho de Gonzales

Alonzo Plantí

Jayme Trampey

Pedro Rodrigues

Antonio Bonilla de la Torre

Joseph Guell

Antonio Luis Aguado de Perila

Mathías Anselmo

Diego Marqués

Francisco Meleno

Juan Igual

Francisco Martín

Julián de la Cueva

Joseph Pereyra

Pedro de Guardia

Domingo Lemo

Antonio de Reyra

Phelipe de Constin

Antonio Puigvert

Julian de Buenosayres

Joseph Plantano

Juan de la Vega

Pedro Angulo

Francisco Posadas

Salvador de Rieyra

Matheo de Villamar

Juan de Castañeda

Joseph Casado

Jorge Penca

Jacintho de Señores

Pedro Avanzado

Antonio de Prado

Balthazar de Gurbeyra

Silvestre Privado

Alonzo del Valle

Pedro Gigante

Luis Ronquito

Francisco Palmerón

Joseph Aron

Francisco Bartholomé

Antonio Llobera

Pablo Marata

Julián Prontín

Sebastián Selvano

Pedro de Camón

Juan de Campano

Joseph Luminós

Salvador Dormino

Francisco Salvador

Manuel del Hoste

Pedro Tripiana

Luis Crespo

Antonio Pontín

Salvador Cañado

Roque Velino

Juan del Valle

Salvador Tuerto

Juan de la Riva

Pedro Machado

Silvestre Garriga

Mauricio Anselmo

Estevan Rondado

Joseph Pinto

Onofrio del Valle

Francisco Dencio

Lorenzo Plana

Vicente Benito

Anastasio Roca

Julián Mancado

Manuel Denso

Pedro Tirado

Bauptista Martínez

Juan Corrado

Los muertos que quedaron en el mismo puesto del enemigo fueron algunos 25 y muchos los soldados suyos que se descolgaron des de aquel alto.


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