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Francesc Messa va néixer el 20 de març de 1728 al Raval del castell de Sant Felip, una singular població menorquina que durant el segle XVIII presentava força paral·lelismes amb Gibraltar, en el si d’una família d’origen castellà arribada a l’illa a mitjan segle anterior. Com va fer una mica abans un germà seu, Rafael Messa, el 2 de març de 1744 va ingressar al convent agustí del Socors de Ciutadella, des d’on va viure les vicissituds de l’anomenat segle de les dominacions a Menorca, quan la sobirania d’aquest desitjat enclavament mediterrani va passar d’una potència a una altra: a la Gran Bretanya durant tres períodes (de 1708-1713 a 1756, de 1763 a 1782 i de 1798 a 1802), a França (de 1756 a 1763) i a Espanya (de 1782 a 1798, i definitivament des de 1802).

A la dècada de 1770, Francesc Messa va tornar a seguir els passos del seu germà Rafael, que havia sortit el 1771 cap al penyal per fer-se càrrec de la parròquia de Santa María la Coronada, però es va posar malalt al cap de dos anys i va manar cridar-lo “para asistencia, consuelo y ayuda“. Amb el permís dels governadors de Gibraltar i Menorca, Edward Cornwallis i James Johnston, respectivament, va abandonar el convent de Ciutadella per passar urgentment cap a l’estret. Tot i així, quan hi va arribar es va trobar que el seu germà ja s’havia mort. Aprofitant les circumstàncies, Lord Cornwallis li va demanar que es quedés al capdavant de l’església catòlica, una proposta que Francesc Messa no va rebutjar. Començava, així, un llarg vicariat de quasi vint anys en què va experimentar les freqüents picabaralles internes de la comunitat catòlica gibraltarenca i va viure en pròpia pell la crueltat del Gran Setge, l’últim intent espanyol d’ocupar la fortalesa per les armes, convertit en quasi quatre anys de malson per als soldats i civils assetjats. Del 16 de juny de 1779 al 12 de març de 1783, el bombardament i el blocatge per terra i mar de Gibraltar van ser tan intensos com infructuosos.

Com indicava monsenyor Charles Caruana a The Rock under a Cloud (1989), del crucial episodi del Gran Setge solament ens n’ha arribat un diari civil, escrit precisament per Francesc Messa [vegeu-ne la transcripció íntegra més avall]. Rescatat pel mateix bisbe de Gibraltar de les últimes pàgines del llibre de pàrvuls de la parròquia (1777-1805), s’hi ressenyen els horrors que van patir el capellà i la seva església, com també els sis-cents civils que comenta que hi havia a la plaça en ple bombardament de 1781. Aquesta crònica escrita en primera persona (i, per cert, amb abundants interferències lèxiques i fonètiques del català parlat pels menorquins que van passar per Gibraltar o que s’hi van establir durant tot el segle), aporta valuosos detalls des de l’interior de la plaça sobre el setge, com ara algunes de les principals accions bèl·liques, l’arribada de combois de provisions, el preu dels escassos aliments i la instal·lació dels habitants a l’extrem meridional del penyal, arran de l’atac incessant de les bateries francoespanyoles sobre la ciutat.

Cap a les coves i campaments de la zona de Windmill Hill i Black Town, precisament, explica Messa com hi va dur sense l’ajuda dels membres de la Junta d’Ancians algunes relíquies i tresors de la parròquia, abans que desapareguessin consumits pel foc. Obsessionat per salvar els béns eclesiàstics, no és estrany el comportament que Caruana comentava d’aquest “heroi menorquí” quan ja va haver passat el Gran Setge:

The Junta was, of course, anxious to reestablish its former position. It asked the priest to hand over to them the valuables still in his possession. Fr. Messa refused, on the grounds that he had risqued his life to save these things when he had been left all alone to witness their almost certain destruction at the time of the bombardment. The Junta, without more ado, went to complain to the governor, and the latter took their side. The parish priest, now old, weary and ill, was censured and kept under house arrest until he surrendered the valuables to the Junta.

El 3 de juny de 1792, l’assistent eclesiàstic genovès Pietro Raymundo va anotar al llibre de defuncions de l’església:

Di sepultura eclesiástica con solemnísimas honras al muy reverendo padre frai Francisco Messa, religioso agustino, doctor teólogo, cura de esta parroquia de Santa María la Coronada y vicario de los católicos romanos de esta plaza y ciudad de Gibraltar. […] Recibió los santos óleos, porque la enfermedad no dio más tiempo, que fue de aire perlático; y fue enterrado con toda pompa y solemnidad pública. Los gastos funerales se pagaron de la iglesia. Gobernó esta parroquia de Nuestra Señora la Coronada 19 años y 2 meses, y murió de edad de sesenta y quatro años”.

A més de deixar-nos el seu interessant i singular diari personal, el capellà menorquí Francesc Messa també va contribuir a la seva manera a la història del penyal perquè, en nom seu, el general anglomenorquí Robert Boyd va sol·licitar el 1774 a la Cúria de Roma la desvinculació total de la parròquia de Gibraltar respecte a la Diòcesi de Cadis, una petició que va ser concedida l’estiu de 1792… just després de la mort del capellà del Raval de Sant Felip.

Primera pàgina del diari de Francesc Messa sobre el Gran Setge de Gibraltar.

Notas de lo sucedido durante el sitio de esta plaza del año de 1779

El día 21 del mes de junio del dicho año se serró el passo de España para esta plaza, y antes el comendante de San Roque dio orden a todos los súbditos del rey de la Gran Britania que se ausentassen desde luego del Campo de Gibraltar, y se retirassen dentro de la plaza, y de tal suertes que aun algunas muchachas que estavan en San Roque con las viruelas, los que cuydavan de ellas se vieron obligados a retirarse; y no queriendo el governador de esta plaza introdusir las viruelas, las hizo detener en las huertas de la puerta de tierra, hasta que estuvieron cabalmente restablesidas. El día 4 de julio siguiente a la tarde y en la noche los ingleses de algunos corsarios tomaron trese o catorse presas, que ivan cargadas de provisiones por la España y acomboyados de algunos jabejes, los que se retiraron con algunas embarcaciones en Seuta, haviendo la tarde combatido con los corsarios ingleses hasta bajo las baterias de la punta de Europa, de manera que de una de estas tiraron algunos cañonasos a uno de los jabejes, y el día 13 apareció la esquadra de jabejes españoles, con dos navíos de línea y dos fragatas, que nos b[l]oquearon la badia, impidiéndonos todas las provisiones que pudieron; no obstante nos entraron algunas embarcasiones portuguesas y moriscas cargadas de bueies y otros comestibles. El día de Santa Ana día 26 de julio empesaron a componer el Campo con sus tiendas de campaña desembarcando en él algunas moniciones de guerra; y aumentándole de día en día.

Día 30 de agosto.

A la noche vino en mi casa el señor secretario don Juan Ralingh [Raleigh] y me dixo ser orden del señor governador Aliod [Elliot] que se tomara la iglesia cathólica para almasén para las provisiones de la marina, a que yo respondí que ya lo tenía entendido, pero que pensava que el señor governador no nos quería quitar el lugar para hazer nuestros sacrificios y tener nuestros santos sacramentos, a que me respondió que no, que pensava que solamente se tomaría algún lugar de la entrada de dicha iglesia, y que quien devía correr con esto sería el comisario Mester Daevies [Davies]; y yo le pedí que antes de ir a mirar la iglesia estimaría fuesse avisado para aseñalar los lugares más propios para dicho efecto; el día siguiente fueron dicho señor secretario y señor Davies a la iglesia, yo fuí avisado y me fuí luego allá, y al ir me encontré con dichos señores en la calle, que me dixieron que venían en mi casa para hablarme, yo les pedí si querían venir conmigo en la iglesia, ellos convenieron y fuimos allá; yo les enseñé si los bastaría la capilla de los Ierros, a que respondió el señor comisario que no le servía de nada, los asañalé después los colletarales del coro, y el detrás; y tampoco les bastó, les aseñalé asta las primeras collu[m]nas, y tampoco, los aseñalé hasta las segundas, y tampoco, hasta que me dixo el señor secretario que parecía al señor Devis [Davies] que toda la iglesia no le bastava; y yo viendo esto me estreché hasta los tres altares mayores; y aquí empesamos a discurrir para la comodidad de unos y otros, esto es de los cathólicos y del rey, yo les propuse que siempre que se pudiesse hazerse, quedando contentos unos y otros sería lo mejor, y assí nos despedimos. Al día mismo a la tarde vino el señor armilante a mirar la iglesia, yo fuí advertido y fuí allí; y este señor convino en que se hiziesse una partición desde la puerta hasta la colu[m]na del púlpito, y de esta hasta drecho a la muralla de la Soledad [altar de Nuestra Señora de la Soledad], y assí se executó, y podimos nosotros entra[r] por esta puerta a nuestra iglesia, y ellos por la otra del pozo a su almasén, y nos quedamos contentos; pues que temíamos el que no nos la tomassen toda, y para fines más indesentes como lo hizieron en el otro sitio, en que la tomaron toda por hospital, según refieren los ancianos; y me aseguraron también que esto solamente sería por poco tiempo. El día 3 de setiembre estuvo vacía la parte de la iglesia referida y se empesó a trabajar en élla la partición, y serró nuestro uso en élla, y empeçó el usarla el señor comisario.

El día 12 de setiembre de dicho año de 1779 por las cinco y media de la mañana poco más o menos empesaron a disparar las batarías inglesas, que están más altas al monte, e hizieron mucho fuego estas baterías todo este día para impedir el trabajo que hazían los españoles en la parte de la Línea, y de hecho los impedieron mucho pues los días antesedentes se beyan siempre ir y venir carros cargados y vacíos desde el Campo a la Línea, y de la Línea al Campo, lo que no se observó después de este día, que celebrávamos el Dulcíssimo nombre de María, con mucho alboroto de las familias que habitavan a la parte de puerta de la mar, que pensando que correspondrían al instante los españoles, todas se procuraron a llevarse sus bienes y personas por la parte de la puerta del sur; pero los españoles no disperaron ni un solo tiro, ni en este día ni tampoco en toda la samana siguiente, siendo assí que los ingleses siempre continuaron en dispararles balas y bonbas, aunque es verdad que más pausadamente. En esta semana se desempedraron las calles del Eriston [Irish Town] y Real [Main Street] hasta la plasuleta del quartel de las Monjas [Convent’s Barrack Parade], y también se desiso el campanario del convento de la Merced [Convent of our Lady of Ransom]. Y muchos de los romanos y de los judíos empesaron en esta semana a fabricar casas de madera en la parte del monte de cerca el jardín del coronel Grin [Green], para retirar a allí sus bienes y personas.

Día 26 de dicho mes de setiembre de dicho año de 1779 a las dies de la mañana día de domingo me vino a encontrar en la calle a la salida de mi casa (y pienso venía en ella) el señor capitán Yveli [Evelyn] engeniero, y me habló en inglés, y aunque yo lo entendí, pero como no me fiava de mi intelligencia en la lengua inglesa le digue que en mi casa estava mi cuñado maestro Joseph Serra que entendía bien el inglés y me explicaría claro lo que quería desir, y assí se executó, y puestos delante de dicho mi cuñado dicho capitán hizo su relación y mi cuñado me dixo que el señor me decía que era orden del señor governador Alivod [Elliot] que se havía de derribar hasta el cã[m]panario de la iglesia cathólica, porque hazía mucho bien a los españoles de la Línea, y que se havía de derribar hasta al piso de sobre el qual se tocavan las campanas; yo le respondí que si se podía pesar derribando solamente hasta sobre las ventanas de donde estavan colgadas las campanas; y él me respondió que no era posible, antes era pressiso que viniessen abaxo las campanas, y que ellos engeniarían para colgarlas más abaxo; a que dixe que siendo assí pressiso yo no podía hazer repugnancia, pero que esperava que haviendo pasado el sitio, bolverían a ponerlo como estava antes, y él me respondió que esto era cierto que sí. Y assí nos despedimos. Pasaron algunos días sin mover nada, de suertes que yo pensava que no se pondría en execución, quando el día 6 de octubre me vino mi cuñado dissiéndome que ya se havía dado la orden de derribar el campanario, y hecharlo á baxo con toda priesa; y quando a la mañana me fuí en la iglesia ya encontré los maestros disponiendo endamios para el efecto, de suerte que el día 7 de dicho mes y año al levantarme de la cama, la primera y triste vista que tuve fue el ver un soldado que quitava la primera piedra, que fue la que estava más alta de todas; y se deshizo con tanta priesa que el día 13 de dicho mes ya estavan deshechas las torres del ca[m]panario y la del relox, hasta el primer piso poco más abajo. En el mes de diciembre empesaron a componer la del reloj para ponerlo más abajo de donde estava, y van hahora continuando su compostura.

El día de St. Juan día 26 diciembre huvo un fuerte temporal y mucha agua, y faltándonos a quasi todos los habitantes la leña para nuestras cosinas, nos traia la agua de el mar de la parte de España tanta leña a bajo de nuestras murallas, que nos pudo bastar hasta que vino el comboy. Este mismo día fue el primer día en que dispararon los españoles algunos cañonasos a las baterías de la puerta de tierra, que me parece no pasaron de cinco, y Bartholome Galle uno de los compañeros de los hortelanos del señor Juan Baptista Viale me traxo en mi casa una [bomba] que cayó en su huerta, que pesó 26 libras poco más. El día 12 de henero de este presente año dispararon los españoles algunos cañonasos a la puerta de la mar y de tierra; y una bala pasó por encima las murallas de la puerta de la mar y vino a dar su golpe en el techo de la casa del señor Antonio Quartin que estava des[h]abitada, y solamente hizo dos agugeros en el texo, y cayó en la calle cerca la casa de Mr. Boid [Boyd] carpintero.

A los 26 del mes de henero del presente año de 1780 ya los víveres estavan a un presio tant alto que el tosino se comprava a 6 reales de plata la libreta, el macho a 4 reales, el buey a 4 reales también, y no había por quien quería, sino con mucho empeño, las gallinas las más barato se compravan a dos pesos duros, y huvo gallina que se vendió hasta sinco pesos duros; los huevos a real de plata cada uno, la manteca a 4 de plata, el aseite a 4 de plata el quartillo, no era de lo bueno; el pan era ya tan escaso que solamente uno de los hornos lo vendía, y con mucha escasés; y en este día fue que ya empesó a entrar parte del comboy inglés, que vino escoltado de 26 navíos de línea y algunas fregatas que havían apresado a cinco navíos de línea españoles, y con ellos el xefe de esquadra don Juan Langara haviendo este recibido tres heridas, aunque ninguna de mucho peligro. En uno de los navíos de línea inglés vino el señor príncipe don Guillermo hijo tercero del rey de Inglaterra de edad de 14 años menos algunos meses, en qualidad de guardia marina [Naval Commander], y paseándose por la Calle Real con los dos governadores Aliot [Elliot] y Boyd y dos armilantes y otros cavalleros que lo acompañavan, quiso entrar en nuestra iglesia y entró en élla no haviendo en élla ninguna persona; y fuí advertido, fuí allí y yo los hallé a la puerta, les ofrecí enseñarles los oros de la iglesia y me respondieron que ya havían visto las imágenes, y assí se fueron y yo los acompañé por la Calle Real y por las murallas de la puerta de tierra y hasta cerca de la casa del tiniente governor [Lieutenant Governor’s House], y viendo que se ivan a comer los dexé y me vine en casa.

Con esta llegada fue tanto el biscoxo y provisión de harina, que se llegó a vender el biscoxo hasta el presio de 4 quartos la libra, y en fin nos remediamos mucho en todo algún tiempo.

El día primero del mes de março me pidieron la sacristía y capilla de los Hierros para poner harina, y la tomaron el mismo día por faltar almasenes para ponerla. El día 26 día de Pasqua me rapresentó el relogero de la iglesia que quería serrar la puerta del campanario y abrir otra fuera de los claustros de la iglesia; yo lo represanté al señor governador el mismo día, no me dió éste respuesta aquél día, y el día siguiente me embió el Quarter Mester General diciéndome de su parte que se abriesse la puerta a la calle, y que yo tendría una llave de élla para subir al campanario quando gustare.

Luego que el relox estuvo compuesto, pusieron la campana mayor al lado drecho del campanario, se hizo el agugero para pasar una cuerda desde la campana abajo para poderse tocar y empesamos a tocar esta dicha campana el día 27 del mes de abril del año de 1780.

El día 7 del mes de junio del presente año de 1780, entre la una y las dos de la maña[na] los españoles conducieron con mucho disimulo 9 navíos de fuego artificial a fin de incendiar el muelle nuevo según se veía de su rota, pero haviendo sido descubiertos por las lanxas inglesas que estavan de guardia algo distantes del muelle empesaron a hacerlos fuego las dichas lanxas, y las baterías y navíos que pudieron, y siendo las corrientes favorables al muelle, se desviaron y la mayor parte de los navíos de fuego fueron a parar más allá de dicho muelle, y algunos no llegaron a causa que les dieron fuego casi en medio de la badía. Uno de dichos navíos de fuego estava ya por entrar dentro del muelle, y por las diligencias de las lanxas inglesas fue conducido bajo las murallas que están delante del hospital de la marina; era este navío tan grande que bastava para insendiar todo el muelle, y tant bien conpuesta de materias conbustibles, que estuvo humeando más de 40 horas no obstante que le exavan los marineros siempre agua del mar. Los marineros ingleses hizieron en esta ocasión tan bien su obligación que siete de éllos quedaron con las manos y las espaldas quemadas siéndoles forçoso el retirarlos al hospital. El señor comandante de la marina dicen que los ha hecho gratificación de todo el importe de los buques quemados, esto es de todo lo que pudieron salvar de éllos. Uno de los navíos de fuego que pasó más allá de la punta de Europa dicen que siéndole fresco el viento en cosa de tres horas fue a para[r] cerca de Estepona.

El día 7 del mes de octubre del dicho año, día de Nuestra Señora del Rosario, por la mañana apareció hecha una muralla de fajina cerca de las huertas de la plaza de Gibraltar, que parecía ser algún principio de una batería de 7 o 8 cañones; en la noche de este mismo día fueron quemadas las barracas de las huertas y sus norias por los españoles, y se hallaron cerca del rastillo algunos instrumentos que parecían medios para insendiar dicho rastillo, pero no hizieron efecto alguno. A los principios del verano de este año nos impidieron los españoles la comunicación de la Barbaría de suerte que en todo este verano no han venido de allá más que dos lanxitas con el Pliego del Cónsul. No nos entró otra provisión que la que nos han traído algunos barcos de Menorca y un doguer dinamarqués que entraron las lanxas inglesas por fuerça. Y oy día 21 del mes de octubre de dicho año ha llegado un barco de la plaza que viene de Argel. Pasados algunos días nos entraron algunas provisiones por medio de dos bastimentos menorquines, y también un inglés que vino de Londres cargado de manteca, queso porter y diferentes otros géneros muy convenientes por la tropa inglesa y también por los habitantes.

Pasados algunos días [a]pareció en esta plaza en una embarcación que venía de Lapuente el señor cónsul inglés que estava en Barbería acompañado del cónsul [de] Flandes don Francisco Butler, y todos los súbditos ingleses que habitavan en Tánger, todos los quales fueron hechados de Barbería por orden del emperador de Moriscos por haverle comprado los españoles el uso de los puertos de Tánger y Tetuán, y con esto nos quedamos privados de los refrescos que nos venían de la Barbaría y con escaseses nos pasamos el restante de este año, y a los últimos de este año se dió el permiso a los habitantes y a todos para fabricar en el monte, más allá de la huerta del señor coronel Gren [Green]; y los más temerosos, pero que fueron los más bienafortunados, fabricaron algunas barracas de madera donde aseguravan mucha parte de sus bienes; pero yo como informado de los más ancianos, y que havían visto el sitio antesedente, los quales nos aseguraron que las balas y bonbas no llegavan más allá de la iglesia nuestra, puse toda mi confiança en el retiro de la iglesia y en élla retiré algunos de mis muebles los más frágiles, como espejos y quadros, y con la esperança de poder fácilmente retirar en la dicha iglesia todo lo demás, me estuve con quietud pero de muy malas consequencias.

Pues que haviendo entrado en esta badía un grande comboy de una grande flota inglesa, y haviendo desembarcado ya muchas proviciones, el día 12 del mes de abril del año del señor de 1781 empeçaron las batarías de España a disparar tanto fuego que nos pusieron a todos, particularmente a los habitantes de todas naciones que se hallavan [en] esta plaza, en una horrible confusión, de suerte que las madres tomavan sus hijos más tiernos, unos en sus brasos, otros medios arrastrados, y llorando se los llevavan hasta estar fuera del peligro por la parte de la puerta nueva. Y lo mismo assían los padres, sin cuydarse de llevarse consigo sino las ropas que llevavan encima vestidas. Y yo como celebrava la cena del Señor y me hallava cantando la missa mayor me quedé quasi solo en la iglesia, pero no obstante acabé las sagradas ceremonias de aquel día con mucho ánimo y tranq[u]ilidad en compañía de algunos fieles devotos.

Acabada la solemnidad me vine en casa para tomar mi alimento y después juntos los de mi casa nos fuimos a tomar el refugio de la iglesia donde junto con algunos, pero muy pocos devotos, cantamos los maytines, pero poco a poco nos dexaron solos a mi y mi sacristán don Juan Moreno, y los de mi casa, y allá nos quedamos el restante de este solenne pero muy terrible día, y toda la noche con su divina magestad expuesto hasta las ocho del día siguiente, que era el Viernes Santo. En el día antesedente y en la noche no cayó dentro de la iglesia bala ni bonba alguna, siendo assí que cayeron muchas por los alrededores; pero a la mañana del Viernes Santo estando yo en compañía de todos los de mi casa y el señor sacristán baxo, y arrimados a la columna de la capilla de San Antonio vino una bala y dió cosa de dos yardas distante de nosotros, y nos aturdió de tal suerte que dos señores que avían venido para informarse de nuestras vidas, viendo el golpe de esta bala se fueron corriendo sin decirnos a dios. Aquí compadeciéndome del llanto de mi hermana, de los sollosos de mis sobrinas y sobrinos, que todos eran de tierna edad, y considerando maduramente que no era justo ni prudente el tener más tiempo expuesto su majestad divina, determiné celebrar resadas las ceremonias sagradas del Viernes Santo y [con]sumir el santísimo sacramento que havía sido todo nuestro asilo particular, el día y noche antesedente como assí lo practicamos yo y el señor sacristán, y celebradas éstas retiramos todo el hornamento de la plata que pudimos dentro [de] la sacristía. Y yo determiné de irme del próximo peligro en compañía de todos los de mi casa, y assí lo practiqué dexando por guardián de la iglesia al señor sacristán, que como uno y moso que era, consentió voluntariamente a quedarse.

El día siguiente no podiendo ya sufrir más el peligro el señor sacristán sacamos muy apresuradamente el globo de las hostias consagradas, la reserva del santísimo sacramento, los santos óleos de los emfermos y los del sacramento del baptismo. Y dexando todas las alajas de plata enserradas parte en la sacristía y parte en sus armarios y caxones, y otras puestas en las respectivas imágenes, siendo intolerable el fuego, se quedó desemparada totalmente la iglesia, sino con la guardia de un pobre viejo genovés emfermo que por no poder acaminar se quedó con sentimiento de mi alma en dicha iglesia. Yo llevé el santísimo sacramento y las mensionadas prendas sagradas en la barraca de Ambrosio Xitxon [Chichón], el qual nos retiró a todos los de mi casa el día de nuestra uida, y sobre una mesita de mohogani muy desente con unos corporales muy limpios, con lágrimas en los ojos, que no podía enjugar, colloqué aquel sagrado depósito, el qual quedó siempre assí con su lámpara encendida, siendo nuestra mejor compañía de días y de noche hasta haver fabricado una barraquita en un lugar más seguro, como se dirá en adelante.

El día de Pasqua de Resurrección considerando el grande y muy rico bien que estava próximamente a perderse, ya de sagradas imágenes ya de tantas presiosas prendas, y estas todas estavan baxo el cuydado de los mayordomos y hermanos de la fábrica, y de las hermandades de Nuestra Señora del Rosario, de Nuestra Señora de Europa y del Santísimo Sacramento, embié un recado a todos ellos por medio de mi sacristán diciéndoles, y encargándoles, cuydasen de salvar los bienes eclesiásticos que estavan a su cargo, y todos ellos me dieron por respuestas que ellos no podían salvar lo suyo, y que bastante tendrían de salvar lo suyo, y assí que salvasse quien quisiesse lo de la iglesia. Y yo pues viendo el riesgo en que estava todo el tesoro de nuestra abandonada iglesia me determiné de yo mismo en persona ir a salvar lo que me sería posible. Y el día siguiente animado de un ardiente zelo y confiado en mi Dios todo poderoso, haviendo buscado alguna gente de nuestra religión, y no haviendo podido encontrar a persona alguna de éllos, y ni aun mi assistente ni sacristán haviéndome querido acompañar, busqué a dos soldados ingleses que con dificultad encontré (pues que se les davan los otros la metad de lo que salvavan) y con ellos llevando una pariguela me fuí a la iglesia, entré en la sacristía y encontré que todas las prendas de plata que havíamos retiradas el Viernes Santo en élla, que eran particularmente las que havían servido en la prosesión del Jueves Santo, como la cruz y ciriales y faroles, estavan rompidas, y baxo de la tierra que havía caydo del sobrado, y no obstante yo y los soldados sacamos las piesas y pedasos que pudimos de baxo la tierra y las pusimos sobre la priguela y advirtiendo que el tabernáculo, o sea lo que llaman la custodia, estava puesta en el altar, la abaxamos con grandíssima dificultad y la pusimos sobre la misma pariguela, que ya no podía contener más; y saliendo yo a la puerta para ver si abía alguno que pudiesse llevar algo más de lo que quedava encontré un muchacho con un jumento que me embiava mi assistente y abriendo los armarios tomé lo más presioso, y cargándolo con el jumiento nos veníamos azia fuera de la ciudad quando encontré con otro soldado que se ofreció a llevar alguna cosa si me quedava, y acceptando yo su ofrecimiento me bolví otra vez a la sacristía y tomando las más presiosas casullas las até en su fardo y las cargué al soldado con mucha prieça porque el fuego iva aumentándose, y saliendo de la puerta de la iglesia el dicho soldado me pidió para el porte una guinea, y viendo era mucho lo que me pedía, tomando yo el fardo me lo cargué sobre mis ombros y con esta carga aperseguido de las balas y las bonbas, y con el cuydado de los soldados que llevan la plata, que havía perdido de vista, me encaminé a la puerta Nueba. Allí hallé los soldados con la plata y el muchacho con el jumento y su carga, impedidos de los guardias que los permitieron el pasar porque el oficial quería saber el amo de todo aquel valor. Entré luego a hablar con el oficial el qual luego nos permitió el pasar, pero haviendo visto tanta plata junta me quería obligar a que yo bolviesse atrás en palacio para tomar la licencia del señor governador. Pero haviéndole yo expuesto el riesgo en que me havía visto, y el que él me quería otra vez exponer, me dió el permisso de pasar.

Aquí nos fuimos poniendo ya sobre la pariguela el fardo de casullas, llegamos muy fatigados y dexando la custodia en casa de la madre del padre reverendo Raymundo, mi assistente, llevamos todo lo demás en una tienda de campaña que procuré a componer con algunos marineros menorquines que me favoreci[e]ron de una vela y otra que compramos al señor enquiniero don Tomás Esquiner [Skinner], y toda aquella noche y parte del día siguiente se quedó la plata muy expuesta; pero no teniento arcas donde ponerla, me valí del señor Carbone habitante cathólico y este me emprestó dos botas con arcos de ierro, y desasiendo las piesas enteras y rompidas la empaqueté toda la que se salvó dentro de éllas la metad en cada una de éllas, y sobre de la plata puse los libros que por medio de mi cuñado y de soldados procuré a salvar, y assí se quedó hasta que viendo que las bonbas y balas del campo y de las lanxas cañoneras nos mortificavan en extremo, y buscando yo casa o barraca que habitar solo con los de mi casa, y no podiéndola encontrar, y que en el recinto en donde estavamos estava todo muy expuesto, pues que en él vivían más de quarenta personas de todos sexos y qualidades, determiné llevar y mudar mi tienda en un lugar más seguro.

En esta situación estuvimos todo el restante del mes de abril del dicho año, padeciendo quasi todos los días por las madrugadas la fatal visita de las lanxas cañoneras, y con esta visita se veyan obligadas todas las familias a desenparar sus barracas y tiendas abandonando todos sus bienes, e irse corriendo por lo más alto del monte y al llano de los molinos de viento [Windmill Hill], quedándome yo por los alrededores de mi tienda y barraca para no desemparar la sagrada reserva y demás bienes, retirándome baxo de alguna sensilla muralla, y en una madrugada quando fuí advertido de la venida de dichas lanxas, estándome vestiendo con mucha priesa vino una bala y dió baxo de mi tienda, y yo sin acabarme de vestir me fuí como los demás corriendo y retirándome a los molinos.

Estas circumstancias me movieron a dar prieça a la mutación de la tienda, y entreteniéndose mi cuñado Joseph Serra en salvar algunas de nuestras alacas y algunas ropas de la iglesia, y lo que podíamos por medio de soldados y otros hombres bien pagados, yo con mis proprias manos compuse un llano baxo la peña que está a la drecha antes de la entrada de los molinos, y con la ayuda del dicho Ambrosio Xitxon [Chichón], que me emprestó los palos, compusimos una tienda bastante grande pero sin puerta alguna y allí transferimos todo lo que havíamos salvado, dexando pero baxo la llave de la barraca de dicho Xitxon la sagrada reserva, supuesto que dicho Xitxon se obligó al particular cuydado de élla, visitándola yo muy a menudo, todos los días.

Viendo pues el excelentísimo señor governador después del comensamiento del fuego de las baterías españolas, todo el pueblo disperço por el monte sin retiro alguno, sino de trese o catorçe barracas de madera que havían fabricado los más prevenidos, hizo acampar tres o quatro regimientos cerca de Hardi Town [Hardy Town], o Bleck Town [Black Town], y dió orden que se diessen tiendas de campaña a todos los habitantes que no tuviessen tiendas ni barracas suyas, y esto remedió mucho a los pobres pues se acamparon todos como los soldados y se quitaron en alguna manera de las calamidades de los tiempos; los que tuvieron posibilidad fabricaron más barracas y empeçaron a trabajar de sus oficios.

No puedo omitir la advertencia de que algunos días siguientes al que yo fuí en la iglesia para salvar lo más presioso que me fue posible se dió fuego en élla y ardió tres días continuos quemándose el coro, el órgano, los bancos, una virgen nueva del Carmen y el caxón en que estava enserrada, que havían retirada en la iglesia para collocarla en alguna capilla los señores Martines y Phelipe Montovio; los caxones y ropas de la sacristía y parte de la misma sacristía, uno de los confesionarios y toda la madera de la nave mayor, y quasi toda la de la nave de la virgen del Rosario. Uno o dos días antes de este fuego, como tenía yo en mi corazón con particular zelo todas las sagradas imágenes que estavan expuestas en la iglesia, y singularmente la de la virgen Nuestra Señora de Europa, tan antigua y tan celebrada, embié el señor sacristán que me dixo havía de venir dentro la ciudad, y a mi cuñado don Joseph Serra que venía todos los días, a que me salvassen todas las imágenes que les sería posible, en particular la de dicha Nuestra Señora de Europa, pero no podiendo llevar más que ésta me la llevaron con suma alegría de todos los cathólicos de nuestra congregación. En estos mismos días se quemó también todo monumento que era de hermosa pintura y viva representación de los misterios de la Cena Domini, y la sacrosanta pasión.

Teniendo ya compuesta mi tienda muy grande, y que me parecía un palacio a respeto de la estrechés que por espacio de dos semanas havía padecido, y estando élla a una parte muy segura de las balas, nos mudamos yo y toda la familia de mi mencionado cuñado, pero a las noches de buen tienpo en que se presumía que vendrían las lanxas cañoneras y las bonbarderas que añadieron los españoles, se llenava de tanta gente cathólica que venía a retirarse que me quedava más estrecho que no havía estado en la casa de Xitxon. Y las mujeres como tan pedresosas por sus naturales genios nos amedrandavan a todos, y haviéndose de partir por Mahón un grande comboy, el excelentísimo señor governador ofreció dar pasage y provisiones a todas las mugeres que se quisi[es]en embarcar con él, y también a todos los muchachos y habitantes, tanto por Mahón como por Londres por donde se partía otro comboy. Con esta oportunidad se embarcaron muchísimos hombres y mugeres con sus hijos e hijas, tanto de cathólicos como de protestantes y judíos. Entre éllos se partieron todos los ministros de los ingleses con sus familias y también mi assistente don Pedro María Raymundo, quedándome yo de sacerdote solo e único con el pequeño rebaño que se quedó, que en todo formaríamos el número de seis cientas personas poco más o menos. También se partió toda la familia de mi cuñado quedando yo y él solos en nuestra tienda en los días, pero no en las noches en que se llenava de gentes para retira[r]se de los peligros.

Como ya havía pasado más de un mes que no havía podido celebrar a causa de no tener aun recogidos todos los hornamientos sagrados, y por estar todo el pueblo empleado en el buscarse retiros un poco decentes y en el retirar las cosas que podían salvar de sus casas, y todo alborotados y en una confusión, ya puesto después en alguna tranquilidad empeçaron a llamarme y siplica[r]me a que celebrase a lo menos los domingos y fiestas, y yo viendo el pueblo con estos santos deseos formé una mesa, la compuse lo mejor que pude, y poniéndola en el cã[m]po de los molinos baxo de una tienda movible para preserva de los vientos tan recios, valiéndome de la anchura que me permitían las leyes y privilegios de mi sagrada religión, empeçé a celebrar en élla. El primer día que celebré en esta tienda fue día 13 de mayo del año 1781. De esta conformidad celebré hasta el mes de junio del mismo año, pues que en este tiempo dispuse una pequeña barraca al lado de mi tienda con pasage con élla, compuse en élla un altar con sus quadritos y con el sacrario que hize salvar de la iglesia, esto es un sacrario muy pequeño que havía servido para el globo de las hostias de la comunión en tiempos pasados, y entonces servía para el lignu crucis en el altar del Rosario, y como lo tuve bien y desentemente compuesto, con sus cortinas de seda amarillas transladé del sobarado de la casa de Xitxon la reserva del santísimo sacramento, y el globo de las ostias, el vaso de los santísimos óleos de los emfermos, los otros vasos del Crisma y óleos de cathecúmenos y el lignu crucis; y todo esto lo colloqué en este sacrario serrado con su llave, haviendo antes bendicida la capillita suponiéndome tener facultad para éllo per epichea; y yo empecé a celebrar todos los días en élla y como era de tan poca capacidad, en los días de fiesta y domingos componía el altar en el llano de los molinos y assí satisfacían todos los feligreses celebrando allí.

Después que estuvimos ya de alguna manera compuestos como ya tengo dicho, siendo muchas las incomodidades que padecían los cathólicos para oir el santo sacrificio de la missa por los vientos recios que en aquel sitio se experimentan, y singularmente en el ivierno; dando ya lugar el fuego de los españoles para venir en la ciudad a recoger algunas maderas, las persuasiones de los habitantes cathólicos nos movieron a mi y mi cuñado a componer una grande barraca de madera que junta con la cueba y barraca pequeña fuesse capás de contener quasi todo el pueblo cathólico obligándose éllos a pagar un tanto cada uno para pagarla. Y assí se hizo esta barraca, y hecha se puso junta con la tienda, y esta se quitó, y lo que era tienda se cubrió de madera, y lexos, y quedó compuesta una barraca bastantemente grande para poder celebrar baxo la peña, donde puse el sacrario dicho muy seguro de las balas y bonbas, y todo lo demás, y compuesto un altar con sus cortinas empeçé a celebrar en este lugar, y poniendo las velas que servían antes por tienda sobre la barraca quedó todo preservado de las aguas y de los vientos con mucha satisfacción de todo el pueblo cathólico, y para que se quedara más guardado todo lo sagrado puse yo algunas botas llenas de tierra una sobre otra detrás del altar sirviendo de parapeto para poner yo segura mi cama y mi persona detrás de la dicha bota. En una de estas botas, por no tener ni encontrar arcas, se estuvo toda la plata de la iglesia, esto es la que salvé, arrimada al altar, y como acudía tanta multitud de gentes se ponían sobre esta bota hasta que le hizieron pasar la cubierta para abaxo, y assí se quedó medio abierta hasta que hizo mi cuñado una arca muy capás donde enserré todas las pieças que se pudieron acomodar en élla, y las más grandes las dexé dentro la misma bota llenándola todo lo demás de tierra y con el secreto de mi solo se quedó hasta otra providencia. En esta nueva y sagrada barraca hizimos con la solemnidad posible todos nuestros sacrificios, exposiciones del santísimo sacramento y rogativas, pidiendo siempre a Dios nuestro señor nos concediese lo que más nos convenía para gloria suya y bien de nuestras almas. Dentro este tiempo que era desde el principio de estío y todo el ivierno del primer año padesí muchas tristesas, ya del desemparo del sacristán quien acompañándose de un tal Francisco Carreras pusieron una tiendesita allí a la plaza del muelle, y me dexó solo sin venir ni aun a ayudarme la missa, costándome muchas vezes mucho trabajo para encontrar quien me ayudara para celebrarla ya también de mi cuñado, el qual era mi único consuelo, pero haviéndose puesto emfermo tomó una fuerte manía contra de mi por atribuirme a mi la ausencia de su familia, y contínuamente me estava molestando y aumentándosele la emfermedad y siéndole muy incómodo aquel lugar se determinó de ir a vivir en el Blectown [Black Town], como assí lo hizo, y me quedé yo solo, y sin compañía alguna, acompañado de los temores que suelen padecer los que aguardan grandes tezones.

· El document original es troba a l’Arxiu Diocesà de Gibraltar, llibre primer de pàrvuls (1777-1805).

· El bisbe Charles Caruana en va publicar una traducció interpretativa en anglès, com a apèndix, al seu llibre The Rock under a Cloud (1989).

· Al llibre Els ‘minorkeens’ de Gibraltar, publicat per PAMSA el 2018, se n’ofereix una transcripció íntegra com la d’aquesta pàgina.

· I al Gibraltar Heritage Journal, volum 20, publicat el 2013, n’hi ha una transcripció traduïda a l’anglès per Manolo Galliano a l’article “The Great Siege, with a Minorcan emphasis“. La traducció, la podeu trobar en línia en aquest enllaç.