Capítulo 20
Continua aplicación de sitiados y sitiadores en la prosecución de sus obras, reciviendo algún daño el presidio de las bombas.
Avanzan franceses la Redondela. Bienlograda salida de los de la plaza.
Vehemente fuego el de los enemigos, y no menos el del presidio. Aplicación de los primeros en cubrirse de nuestro cañón, y diligencia de los otros en fortificarse. Disparo recíproco de bombas, de una y otra parte, con otros susessos. Executan los sitiadores otro fuerte avanze.
1º
Continua aplicación de sitiados y sitiadores en la prosecución de sus obras.
Principió el febrero continuándose por ambas partes la oposición mutua con igual fervor. Avanzavan los sitiadores sus ataques cubriendo cubriéndoles con tres ileras de cestones, que para más assegurarlos profundisó dentro de la misma t[i]erra, de calidad que el golpe de las balas apenas hazía otro que removerles algún tanto. Los sitiados prevenían cantidad de faxinas para la gran batería, que por estar ya muy adelantada este día, se entresacaron de los puestos menos arriesgados las piezas que en ella devían jugar, que para tener más prontas se dexaron por entonces en la plaza mayor de la ciudad.
Un soldado de los de la guarnizión entregó al príncipe una carta en cifra, que sea halló cerca de la contraescarpa, embuelta en un pedazo de cuero y metida dentro de un pequeño cañón de oja de lata de los que suelen servirse los soldados para sus cargas. Decifrose con poca dificultad su contenido, bien que no pudo saberse el contexto de ella por no averlo publicado el governador comandante.
En menos de 24 horas se vieron 200 bombas en el ayre, despedidas de los morteros enemigos, con que solo pudieron lograr aquel día los sitiadores la ruina de algunas casas, que ya de antemano quedavan desamparadas.
2º
Avanzan franceses la Redondela. Bien lograda salida de los de la plaza.
Creiose el día 2 que según las disposiciones, ideava el enemigo venir a un assalto respeto de aver tirado incessantemente con su artillería, y de aver entrado en sus ataques mucha más gente de la que solía en las travezías, que poco antes avía trabaxado, por lo que mandó el príncipe comandante doblar la guarnizión o guardia, y tener advertida toda su gente para tomar las armas al primer llamamiento y señal que se hiziere.
Continuaron las bombas, bien que solo se contaron hasta unas 100.
Lo que el día 5 se avía creído se vió practicado al 3, [sic] en que queriéndose los franceses no sé si por emulación o si por arrogancia tomar la honrra de hazerse dueños de la Redondela sin assistencia alguna de los españoles, por parezerles sobradamente fázil aquella empresa, executaron el avanze después de aver disparado unos 300 cañonazos al blanco que les servía de intermedio a fin de echar con la fuerza de las piedras mismas, que se desgaxavan del monte con la violencia de sus tiros a los defensores de aquel puesto, que poco después fue envestido por unos ochenta granaderos, que comandavan tres diferentes cabos, que a su testa les ivan con la espada en la mano mostrándoles el camino. Subieron los primeros, y cerrando con los que estavan apostados defendiendo el puesto, hizieron señal a los que devían seguirles en el avanze para que les sostuvieran en aquella ocasión, como lo executaron a breve rato venziendo la áspera subida que les prestava el terreno. Los delanteros aunque hizieron en todo su dever, fué tal el fuego que les hizieron los defensores que quedaron casi todos a la primera carga sin vida, siendo entre ellos los primeros dos de sus tres cabos, con cuyo escarmiento tubieron a bien los que subían de refresco de bolver las espaldas y retirar con buen orden, en tanto que el tiempo les prescrivía ocasión.
Acompañó este avanze una arma falza, que se nos tocó por la parte del camino cubierto, y estacada a fin de impedir que los de la Redondela pudiesen ser socorridos por los que se hallavan en aquel puesto de guarnizión, por cuyo motivo reconoziendo el lugar donde estava el mayor tropel de los enemigos, se enderezó el cañón azia aquella parte y se les dió un cargo con tanto acierto que se vieron precisados a cessar del disparo con que nos ofendian, de calidad que reparando quedava la guarnizión en arma, y con las banderas tendidas en los puestos de defensa, se mitigó el orgullo francés acabando con esto la gloriosa acción, que pensaron dever los de esta nación a su valor, no reparando en que sus compañeros quizás avían reusado hasta allí entrar en la demanda rezelosos de queda tuvieran el pago que les avía merezido su atrevimiento.
Aquella noche hizieron olandeses una pequeña salida sobre el ataque de los sitiadores de quienes pudieron matar algunos a poca o ninguna costa aviendo hallada su primera línea totalmente sin defensores.
La gente que en esta funcción perdieron los franceses, no ay duda que fué mucha[,] de los sitiados entre muertos y heridos no passaron de unos treinta.
3º
Vehemente fuego el de los enemigos, y no menos el del presidio. Aplicación de los primeros en cubrirse de nuestro cañón y diligencia de los otros en fortificarse. Disparo recíproco de bombas de una y otra parte.
Los días 4, 5 y 6 se prosiguieron de ambas partes con aquella recíproca competencia, que avía armado el valor de una y otra parte a influencias del grande corage con que sitiados y sitiadores anelavan para merezerse el lauro de la gloria y reputación.
La agua embarazó el día quatro los trabaxos del ataque, y los del disparo, no aviendo excedido sus bombas al número de 50. Túvose noticia este dia en la plaza de que le ivan de Barcelona al enemigo 18 piezas de batir, y en fuerza de ella se despachó un navío de guerra a fin de apresarlas caso que encontrara con las saetías en que ivan embarcadas.
Pudo nuestro adversario el 5 trabaxar en su primera batería algún tanto, y hizo notable fuego con su artillería sobre la Redondela y brecha de la eminencia, y si bien con esto pudo lograr algún daño en los de la plaza, no fué tan considerable que no le reciviera mucho mayor con el que se le correspondía a proporción.
Mudose a hora y orden en que muntavan la guardia los del presidio, por aver observado estavan los sitiadores informados de los cabos, nombres y gente que se hallavan en la Redondela de defensa.
Contáronse 150 bombas este día cuya mayor parte vino a dar sobre los edificios de la ciudad en que hizieron el estrago tan grande que maltrataron muchas de sus casas, derribando sus techos y texados.
Últimamente el 6 se empleó el trabaxo de sus gastadores en cubrirse con nuevos reparos baxo la Redondela, a cuyo fin levantó una máquina compuesta de tablas gruesas para resguardarse del fuego que des de la montaña se le hazía, con que no logró más el enemigo que el darnos ocasión para hazerla pedazos den de el Muelle Viejo y cortina, que sin intermissión dispararon todo aquel día para efectuarlo.
Despachose de la plaza a Tánger el embiado que pocos días antes del alcayde Alí avía remitido al príncipe, para concertar algunos secretos negociados, que entre los dos se avían convenido.
Sesenta bombas entre día y noche nos arrojaron los sitiadores a que correspondió la plaza descargando a ratos sus morteros sobre sus líneas con buena y grande cantidad de piedras para inquietarles.
4
Avanzan fuertemente los enemigos la brecha de la Redondela.
Poco satisfechos los enemigos de su fortuna hasta aquí, creyeron merezerse su gracia ganándose por la mano la ocasión de emprender nuevos avanzes contra los sitiados; o bien a fin de cansarles, o grangearse el timbre de venzedores. Con esta intelligencia entraron el día siete a arrojarse a otro assalto, ni con menos valor ni con menos denuedo sobre el primitivo parage de la Redondela a qué se aderezava todo su encono.
Hallávase el príncipe comandante al despuntar del día reconoziendo, según costumbre, los puestos de la montaña, y oiendo el repentino disparo de la artillería de la plaza, se asomó por la parte que descubría las líneas del enemigo y visto que subían ya sus esquadrones a assaltar la Redondela ya mencionada, dió de rienda al cavallo y baxando a toda brida para la plaza tocó a rebato acudiendo sin más al peligro para mantener el puesto a que se enderezava el primer rigor de los sitiadores. Llegó a él y aviendo reparado que los defensores algún tanto cedieron a la primera furia de su contrario, ocupada ya por él la brecha y contraescarpa, les cortó a los defensores enteramente la retirada, de modo que viéndose rodeados de todas partes y sobrepujados en fuerzas, se echaron los más de nuestros soldados para escapar del fuego que se les hazía, como lo consiguieron con la pérdida de solo el capitán inglés Fisli, que porfiando en la valerosa resistencia a que se avía arrestado fue echo prisionero.
Passó con este feliz principio el enemigo hasta la batería, que tras de la segunda brecha se avía formado con quatro grandes piezas, que se les dispararon inmediatamente a cartucho de orden del coronel Moncal, que se hallava a la sazón defendiéndola, y envistiendo al mismo tiempo a todo tranze a los sitiadores, logró el obligarles a retirar franqueando ocasión al coronel Rivet para recuperar el terreno, de que el enemigo se avía echo ya señor, obligándole a que nos le restituyera, sin más desamparando lo ganado hasta esconderse otra vez en sus líneas.
No hallo términos como ponderar el grande fuego que se hizo de ambas partes. Los catalanes des del Salto del Lobo con muy gruesos cantos y fusilazos, y la artillería de la cortina y Muelle Viejo causaron notable daño a los sitiadores, cuya pérdida llegó a número de 300 hombres entre muertos y malamente heridos, quedando prisioneros quareinta y quatro, entre quienes se distinguió un capitán de granaderos, dos tenientes y un alferes.
Concluido este avanze pidió el Villadaries suspención de armas para enterrar sus muertos, que se le conzedió por el príncipe, que le mandó entregar assí los cuerpos de los difuntos com de los muy heridos. De los sitiados quedaron 18 en la demanda y 40 heridos.
Según la deposición de los prisioneros se supo eran 500 los que entraron en el assalto, y entre ellos 3 compañías de granaderos de que escaparon pocos o ningunos, añadiendo devían seguirles hasta 1.500 más para hazerles espaldas.
Con 100 bombas que nos arrojó el contrario pensó contrapesar el daño que se le avía echo a los suyos en la última funcción, y aunque le pagaron las casas de la ciudad sufriendo mucho estrago, no le recivieron los del presidio pues no perdió la vida alguno de los que la defendían.
5
El riguroso disparo de sitiadores opera algún daño a los del presidio. Pertréchase lo maltratado de la Redondela.
No cessó nuestro adversario a vista de aquel estrago de proseguir su primera idea el día ocho, y assí repitiendo el fuego con igual vehemencia a unas y otras partes, logró de una bala quitarle al coronel Moncal una pierna, las dos al capitán español Zizeri y herir al mismo tiempo al baron Forsiner, al capitán Nugen y a don Diego Lorenti.
Este dia se pertrechó y restablezió lo maltratado de la Redondela con los nuevos reparos que el príncipe dispuso para su defensa, añadiendo a ellos el de restituir a su primitivo estado la línea de comunicación, que corría des de aquel parage hasta la eminencia.
Por la tarde se observó que el enemigo reforzava la guarnizión de sus ataques, y creyéndose los de la plaza que intentara aquella noche al favor de la luna otro assalto sobre la Redondela, dispuso su presidio el príncipe, y repartiéndole en las obras de defensa, dexando con esto del todo assegurada la ciudad, caso que el contrario intentara alguna nueva irrupción azía la Redondela, que era el blanco de su encono.
No sabemos si noticiosos los sitiadores de estos preparativos, dexaron de inquietarnos aquella noche. Lo cierto es que se contentó su saña con el disparo de unas 100 bombas, que enderezó parte a la ruina de la ciudad y parte a los puestos de defensa a fin de cansar los que les presidiavan, con su fuego gastando lo restante del tiempo en perfizionar la nueva batería, que avía dispuesto para 10 piezas assegurándola de todos lados con los cestones, que para esto se avían prevenido.