Capítulo 24

Prosiguen las lluvias y el viento. Descanza el cañón y zarpan dos navíos de la baya. Vense bolar treinta y dos águilas reales sobre la montaña.

Lanchas armadas del francés recurren la circunferencia de la plaza, que impide a los sitiadores el adelantamiento de sus obras. Causa admiración el percistir los navíos en el mismo puesto tan peligroso.

Quedan los aproches enemigos totalmente inundados. Envíale al príncipe el de Tessé un atambor sobre materia de prisioneros.

Juega bien nuestra artillería contra el ataque enemigo, y este corresponde con sus morteros, echando piedras a la Redondela. Descúbrense grandes fuegos en las atalayas de la baya, correspondiendo los faroles de los navíos.

Primo

Prosiguen la lluvia y el viento.

Continuó con la tramontana el viento aún más fuerte a los 12. Llovió mucho, con que la artillería de una y otra parte apenas disparó.

Otros dos navíos franceses se partieron oy, con que quedaron solo seis, bien que siempre en el mismo parage que avían ocupado días atrás de la punta del Carnero.

Por no aver suzedido novedad el día 13, tengo a bien passarme de corrida a lo que suzedió el siguiente, que en suma es lo que aquí escribo.

El mar, que días atrás quedava alborotado, todavía perseverava este día en su inquietud, en fuerza de que el viento persistía en su primera furia, aunque algo más a medio día. Continuava la lluvia, con que se les hazía muy cuesta arriba a los sitiadores el resguardo de sus ataques, respeto de que su gente venía a enfermar de la humedad y baldarse del mucho frío.

Dió que penzar a los de la plaza la permanencia con que aquellos seis navíos, de que poco à se habló, perseveraran todavía en el mismo puesto, bien que no faltó quien creiera avían salido los restantes a esperar nuestra flota.

Otra vez suzedió oy el caso de averse visto sobre la montaña de nuestra plaza correr la cumbre 32 águilas reales de desmedida grandeza, cosa que no creerán mucho, pareziéndoles fantástico baticinio de lo que después suzedió.

Lanchas armadas del francés recurren la circunferencia de la plaza, que impide a los sitiadores el adelantamiento de sus obras. Causa admiración el percistir los navíos en el mismo puesto tan peligroso.

Prosiguieron los días 15 y 16 la lluvia y el viento uniformes como lo avían echo hasta allí, con que ni unos ni otros pudieron executar cosa de monta. Por la noche del 15, quiso provar el enemigo si los sitiados hazían buena guardia por la parte del mar, y assí rodeando con dos lanchas armadas den del Muelle Viejo toda la circunferencia de la plaza y montaña, a vista del mucho fuego que por todas partes se les hizo, se contentó con este desengaño el contrario, bolviéndose a incorporar con sus navíos.

Murió un page del príncipe comandante don Ricardo Nugen de una herida que recivió en la cabeza de una piedra de las que arrojaron los enemigos de sus morteros, en ocasión que este joven iva siguiendo a su alteza recurriendo la montaña para observar los designios del enemigo campo.

Solo lograron los de la plaza la ventaja el 16 de impedirles a los sitiadores las operaciones a que quedavan aplicados, ganando con esto algún tiempo para divertirle y esperar la armada del socorro, que por puntos se estava aguardando, según las noticias que se tuvieron por el navío que nos llegó el día 11, quedando ambas partes de afuera y de la plaza el 17 en fuerza de no darles lugar el tiempo y lluvia e inclemencias, que a la sazón persistían en su primera furia, que fué tal que pudo romper un cabo de uno de los seis navíos franceses, que con admiración de quantos pilotos lo estuvieron viendo de la ciudad, aguantava el rezio temporal en aquel parage, y si bien faltándole la áncora, fué precisado a echarse al mar con todo logro, por la noche el dar otra vez fondo tras la montaña con algún espacio de tiempo, obligándole otra vez el viento a hazerse a la mar.

Quedan los aproches del enemigo totalmente inundados. Envíale al príncipe el de Tessé un atambor sobre materia de prisioneros.

Fué poco diferente el 18 de lo que avían sido los días antezedentes, quedando con esto los ataques del enemigo enteramente inundados, y de tan mala calidad que la infantería no podía entrar a su resguardo, menos que los cavallos no la abrieran passo, conduziéndola en grupa a sus puestos.

Empezose a templar el tiempo al amanezer del siguiente día, bien que no por esso quedaron desaguados los aproches de la mucha lluvia que se avía en ellos recogido. Disparonos algunos tiros con esta intermissión de tiempo el cañón de los sitiadores, asestando a la batería que cerca del castillo avíamos puesto y levantado para ofenderla.

El mariscal de Tessé embió a decir al príncipe por un atambor el quedar ya puestos en libertad y remitidos a Portugal quantos oficiales y soldados ingleses tenía prisioneros de esta nación en Cadis, y assí que estimaría le remitiera los españoles y balones que ivan nombrados en un papel que en su nombre le entregó. No vino el príncipe a su demanda, por lo que mirava a los españoles, en fuerza de no aver querido recivirles el marqués de Villadaries al principio del sitio con ocasión de averle enviado a este general el de Darmstad un atambor con pasaporte suyo, en que usando el príncipe de los títulos que le avía grangeado su carácter para con el su señor, apelidándose entre otros vicario general de la Corona de Aragón, bien que sí por lo que mirava a los balones enviándoles des de luego seis, por haver quedado los demás en la plaza y tomado partido en las banderas y servicio de nuestro rey. Añadiéndole últimamente mandar bolver preso a la plaza un criado de cierto oficial, que por haverle robado parte de su equipage se avía huido a sus reales.

Juega muy bien nuestra artillería contra el ataque enemigo, y este corresponde con sus morteros echando piedras a la Redondela. Descúbrense grandes fuegos en las atalayas de la baya, correspondiendo los navíos con sus faroles.

Despejándose el tiempo al amanezer del siguiente día, bolvió la artillería a jugar contra el ataque de los sitiadores, que en razón de la mucha agua que en él quedava, no pudieron hazer operación alguna contra la plaza. Solo lograron el poder descargar sobre la Redondela algunas morteradas de piedras, que no causaron daño. Por la noche se observó que assí en las atalayas de la baya como en la punta del Carnero se hazían algunos fuegos a que correspondieron con sus faroles los navíos franceses, que allí quedavan, infiriendo los sitiados de esto la venida de algún socorro, que de nuevo les llegava, como lo creió el príncipe en fuerza de ciertos avisos favorables que se le dieron a media noche.

Passáronse este día al enemigo tres de los soldados del presidio, y luego se notó que en sus ataques entravan algunos esquadrones para reforzarles, lo que dió motivo a los de la ciudad para creer que aquellos desertores le avían dado el aviso de la salida que se quería intentar de la plaza para enclavar sus piezas y maltratar sus baterías.


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