Capítulo 37

Pídele por tercera vez milord al Velasco la entrega de la plaza a que conviniendo dispone las capitulaciones, enviándose reenes por una y otra parte.

Cessa el disparo del cañón. Toman posessión ingleses del baluarte del Portal del Ángel. Remítense los tratados al campo. Commoción en la ciudad.

Presta la devida obediencia al rey nuestro señor la ciudad y plaza de Gerona. Capitulaciones de la de Barcelona. Muévese un terrible uracán en el mar y tierra.

Capitulaciones que fueron otorgadas a la ciudad de Gerona. Evacuación de la ciudad de Barcelona. Embárcase el Velasco con su gente. Alborozo en la plaza y Principado. Aclama la ciudad de Tarragona el real nombre del rey nuestro señor con otros susessos.

Pídele por tercera vez milord al Velasco la entrega de la plaza.

Repite por tercera vez milord Peterboroug la instancia al comandante solizitándole con toda resolución la entrega de la plaza por medio de un trompeta que le envío, advirtiéndole en la carta que le escrivió el que si dentro del término de cinco horas no lo executava se entraría con todo el rigor que permite la guerra en ocasiones semexantes, pues ya no era valor el resistirse teniendo una brecha tan dilatada y capaz para el assalto. Y conviniendo entonces el Velasco a la demanda de milord, le respondió muy cortesano que necessitava de más tiempo que el que se le prefixava para disponer los capítulos, assegurándole que luego, y sin perder tiempo, se aplicaría a ello. Y para más abreviar la conclusión de ellos, participaría al mismo tiempo su resolución a los comunes de ciudad y Deputación, para que le enviasen en escrito las peticiones que tocante sus fueros y previlegios devía juntar con las que devía pedir por parte de su soberano, empeñándole su palabra que uno y otro se le remitiría al campo, expedido y firmado sin retardo, para que conformándose con el contenido, se pudiesen enviar reenes des de luego por una y otra parte, y subsiguientemente entrasen en posessión sus tropas de la puerta y baluarte del Ángel.

Dió cuenta el virrey a los comunes de esta novedad y de su resolución de capitular la plaza, previniéndoles en el papel, que a este fin les escrivió, pusiesen en otro sin retardo sus peticiones a efecto de poderlo continuar en los pactos de la entrega en que se dedicava para remitirlos a milord con toda presteza. Executáronlo con toda puntualidad los comunes, y passando a la morada del comandante le entregaron el papel que de ellos solizitava, y compreendía lo que por parte de ellos se deseava.

No obstante la respuesta del Velasco, que divulgada en el campo movió a un especial regosijo sin distinción a todos, prosiguieron nuestros botafuegos el disparo con igual furor que en los días passados, causando algunas ruinas las balas y bombas que arrojavan en los edificios de la ciudad.

Concluidos los pactos por parte del comandante el 4, les remitió en toda forma a milord, por medio de un trompeta, que apenas llegó a nuestro campo los puso en manos de su excelencia, passolos el inglés en las reales de su magestad para que interessándose en las peticiones del Velasco y comunes, resolviese sobre ellas lo que más fuese de su real agrado.

Enviáronse los reenes por una y otra parte, passando consiguientemente del campo a la ciudad el brigadier Stanhope, al mismo tiempo que nos vino el marqués de Risbovis.

Cessa el disparo del cañón. Toman posessión ingleses del baluarte y Portal del Ángel. Remítense los tratados al campo. Commoción en la ciudad.

Paró el disparo de nuestro cañón y morteros, y igualmente el de la plaza, pues era justo el descanso de aquellos bronzes tan fatigados de arrojar bombas y balas durante la expugnación de la plaza.

En execución de lo acordado entre ambas partes, tomaron posessión las tropas inglesas del portal y bastión del Ángel, sin el menor embarazo.

Lo que va del cinco al 14 fué el tiempo que se consumió en concluir totalmente los tratados. Celebrose este susesso en el campo y Principado con el alborozo correspondiente a igual felizidad, acompañándonos al gozo de ella los moradores de la ciudad, que inpazientes esperavan la dicha de verse restablezidos en el dominio de su verdadero rey y legítimo soberano, que logrando entonces el passo de la puerta de la ciudad, venían a nuestro campo para verle y besar su real mano en continuo concurso y aclamación.

Hallándose las cosas en este estado suzedió una commoción tan impenzada y repentina en la ciudad, que nos puso en el justo cuydado de una fatal e irreparable desgracia. Fué el caso que aviendo el lugar teniente y comandante de la plaza don Francisco de Velasco puesto durante el sitio en las Atarazanas, y después de algunos días en la Torre del Escorxador junto al Pla d’en Lluí, los prisioneros que tiempo avía se hallavan detenidos por afectos a la augustíssima casa en la real cárcel, divididos en diferentes apartamentos de la misma torre, dispuso en la puerta principal una fuerte guardia con un alférez por cabo del regimiento que tenía su quartel baxo ella, con positiva orden de no perder de vista los sugetos de más distinción y carácter. Rezelando pero sus parientes que antes de entregar la plaza el Velasco intentara algún rigor o violencia contra aquellos sin entenderlo el pueblo u bien llevárselos a tiempo de evacuar la ciudad para executar con ellos alguna impiedad, procuraron con toda cautela introduzirles armas y municiones a aquellos encarcelados, para poderse defender, llegando el uno u otro de los dos casos, que temían con bastante fundamento. Lograron la introducción que deseavan sin que la guardia lo entendiere, a tiempo que otros descubrían el texado de la torre a efepto de sacar por aquella eminencia a los que estavan inmediatos a él, pero como esta diligencia fuese executada no con la precaución y cuydado que requería materia de tanto empeño, y assí descubiertos estos por algunos anjoínos, que al instante dieron parte del susesso al alférez de la guardia, passó este luego colérico y irritado a tratar mal con palabras injuriosas al carcelero, atribuyéndole la culpa de aquel echo, haziéndole amenazas de un severo castigo. Rezentido el carcelero de la injuria que le hizo aquel oficial y del descoco que tuvo, a impulsos de su honor se abrazó con el alférez con tanto brío, que tomándole una de las dos pistolas que llevava se la apuntó, y permitiendo Dios que ardiese el fogón y no saliese el tiro de esta y de la otra, que igualmente le disparó, prosiguieron la ofensa agarrados con toda la fuerza de sus brazos. Llegaron en medio de la pendencia los prisioneros de más distinción para apaziguarles, como lo consiguieron, y que el alférez les diese palabra de no dar cuenta del susesso, pero teniendo poca feé el carcelero en el alférez y viendo que este subsiguientemente despachava un soldado con el arma al ombro, procuró detenerle a todo tranze. Alvorotose la guardia y igualmente los prisioneros y gente de aquella parte de Ribera, que pensando querían justiciar de orden del Velasco a algunos de aquellos pobres encarcelados, tomando sus armas acudieron a aquel puesto para impedirlo tocando al mismo tiempo la campana de Santa Marta a rebato. Y después de una buena pelea que tuvieron estos con la guardia y soldados de su regimiento, que tenía el quartel en la misma torre, rindiendo las armas a aquellos naturales, pusieron en libertad a los prisioneros, que llegavan a unos 200 poco más. Juntáronseles a aquella gente todos los demás de armas de la Ribera, y passando unánimes a la real cárcel y a las del Palacio Episcopal y Torre de las Pulgas (junto a las Atarazanas) después de aver echado por tierra las puertas sacaron todos los presos que avía enzerrados en ellas, aclamando a una voz “Viva Carlos 3º”.

Aumentó esta turbación el descoco y atrevimiento de un soldado contra un paisano, que calándole la bayoneta solo con el motivo de llevar cintas amarillas en el sombrero, acudió al mismo instante la gente armada de aquellas vezindades, que disparándose muchos tiros entre ellos, tocaron a rebato las campanas de la iglesia de Santa María del Mar, y de otras, que se hallavan en aquella parte, difundiéndose las vozes y gritería por el Borne y calles de su vezindad, de “Viva Carlos 3º, acudan todos en el Borne y plaza de Palacio con las armas” (como lo executaron sin retardo), que tomando las bocascalles y esquinas después de averse fortificados en ellas no era practicable romper ni passar por las que defendían.

Apoderáronse del Palacio de los Virreyes y Casa del General, y unida esta gente con la de la Ribera invistieron a un tiempo los baluartes de Levante y San Ramon donde estava refugiada toda la infantería de la plaza y cavallería desmontada, y assimismo la Puerta del Mar en cuyo parage avía una porción de cavallería. Executáronlo con tal furor y animosidad que después de una buena resistencia, les fué preciso a los soldados ceder al grande y continuado fuego que les hazían los paisanos.

Rendidos, que los tuvieron, les llevaron a Santa María del Mar sin hazerles ningún daño, y después de haverles puesto una fuerte guardia, montando sus cavallos los paisanos recorrieron la ciudad con continua gritería de “Viva Carlos 3º nuestro rey y soberano”.

Los ingleses, que ocupavan el baluarte y Portal del Ángel, y los que entraron por la brecha en medio de aquella commoción se apoderaron de las demás puertas de la ciudad motivados de aquella confusión, aumentándoseles más por no saber su origen ni entender la lengua.

En las casas de los comunes de ciudad y Deputación se juntaron los que componían sus consistorios aturdidos, y atónitos de tamaña turbación de pueblo, que tanto cuerpo avía tomado, y aunque dieron quantas providencias les prescrivía la ocasión, valiéndose de la nobleza y personas de séquito y representación, ninguna diligencia fué eficaz para aquietarle, de calidad que hallándose don Francisco de Velasco encerrado en el convento de las religiosas benedictinas de San Pedro de las Puellas, se atrevieron assaltar aquel sagrado, forsejando las puertas y quanto podía fazilitarles la entrada para encontrarle. Pero se tuvo la dicha de que un sacerdote movido de piedad le salvase la vida al marqués, su hijo y comitiva franqueándoles passo por un jardín que les encaminó a la muralla.

Milord conde de Peterboroug que se hallava en la Puerta del Ángel noticioso de esta casualidad envío luego a aquella gente su auditor con un cortesano recado, manifestándoles de su parte la gratitud que les merezería el que se retirasen y dexasen passar libremente al virrey con su comitiva y al mismo tiempo le remitió una tropa de soldados para resguardo de su persona y séquito, y con estas providencias y disposición se contuvo aquella gente, y pudo lograr el comandante llegar con toda seguridad al Portal del Ángel, donde esperándole milord, le sacó de la ciudad a una casa de campo no muy distante de ella, en que mandó ponerle una fuerte guardia de su gente para mayor seguridad de su persona, manteniéndose en ella hasta llegar el tiempo de la total evacuación de la plaza.

Los anjoínos durante el tiempo de la turbulencia unos se refugiaron en las iglesias y otros se mantuvieron zerrados en sus casas para apartarse del furor de aquella gente, pero no fué bastante esta precaución, porque passando algunos de aquellos a sus casas, las assaltaron con tal impiedad que tomando lo que les parezió a medida de su gusto ultrajaron todo lo demás.

A don Joseph de Peguera del Gra y a su hijo don Bonaventura se les encargó la diligencia de recoger las armas y cavallos que los vezinos tomaron a las tropas enemigas en la ciudad, ofreziendo por cada fuzil una pataca, y un moderado precio por los cavallos, que alargaron los naturales con tanto gusto, que la mayor parte de ellos no quisieran el dinero que se les dava, tanto eran sus deseos de concurrir en el adelantamiento del servicio y utilidad pública en aquella ocasión.

Presta la devida obediencia al rey nuestro señor la ciudad y plaza de Gerona. Capitulaciones de la de Barcelona, Muévese un terrible uracán en mar y tierra.

Llegonos el plausible aviso de hallarse la ciudad de Gerona baxo el justo dominio de las armas de su magestad. Conforme lo expressan las capitulaciones, que fueron acordadas a la ciudad y guarnizión, que sacadas de su original se subseguirán después de las que fueron otorgadas a la capital de Barcelona y a su guarnizión. Con todos los honores militares, que en sustancia vienen descritos aquí.

Avía de salir la infantería por la brecha en forma de batalla con bala en boca y municiones correspondientes a tres tiros por cada soldado.

Acordose que se le entregaría 16 cañones de diferentes calibres y tres morteros todo de bronze y las municiones necessarias para 25 tiros por cada pieza y mortero.

Convínose a que pudiesen salir de la plaza con la guarnizión tres carros cubiertos sin ser reconozidos.

A los comunes de ciudad, Deputación y brazo militar, se les concedieron los mismos privilegios, prerrogativas, imunidades y libertades que gozavan en tiempo del señor rey Carlos Segundo.

Últimamente fué otorgado a la guarnizión que se le daría la escolta necessaria para transitar a la ciudad de Tarragona, y en esta conformidad fueron firmados los capítulos por el virrey y milord Peterboroug.

No pudo tener efecto esta disposición respecto al modo de la evacuación por hallarse la ciudad de Tarragona sitiada por mar y tierra en aquella sazón, ni tampoco la que instava el Velasco de passar las tropas a la plaza de Gerona por hallarse ocupada por las armas de su magestad, y assí fué acordado que don Francisco de Velasco con su comitiva y amigos se embarcase en la esquadra de navíos que devía passar a Lisboa para la invernada, desembarcándole de passo en el puerto de Málaga.

Un uracán o viento intempestivo, que se movió de improviso en el mar y tierra dió bien que temer algún infeliz susesso o perdición de los navíos de la flota que se hallavan a[n]corados frente la ciudad, y no menos en los edificios y casas tan maltratadas de balas y bombas que arrojaron nuestras baterías durante la expugnación, y aunque se reduxo la pérdida de algunas áncoras a tiempo que se echaron a alta mar para su mayor seguridad, no dexó de poner a pique aquel fuerte temporal a muchas embarcaciones menores, que se hallavan cargadas de baúles y equipages de don Francisco de Velasco y de las personas de su comitiva, malbaratándose no poca parte de esto y de la demás ropa que todavía se hallava en el embarcadero para llevarla a bordo del navío que se destinó a la persona del virrey.

Capitulaciones que fueron concedidas a la ciudad de Gerona. Evacuación de la ciudad de Barcelona. Embárcase el Velasco. Alborozo en la plaza y Principado. Aclama la ciudad de Tarragona el real nombre del rey nuestro señor.

Capitulaciones

En consequencia de lo que vuestra señoría se sirve escrivir a la ciudad de Gerona en orden a que preste la devida obediencia y reconosca por su legítimo rey al señor don Carlos 3º, remitimos los jurados a VS con consentimiento con consentimiento del señor governador barón de Bech los capítulos que por parte de la ciudad y guarnición ha parezido pedirle a vuestra señoría.

Primo. Que el governador de la plaza, el señor general don Domingo Reco, oficiales y soldados, puedan salir de la ciudad con toda su ropa y armas sin algún impedimiento, y que se les conceda el tiempo proporcionado para disponer sus cosas y una escolta a efecto de poder passar con seguridad a la plaza de Rosas o de Bellaguardia, pudiendo quedarse los oficiales y soldados que no querrán seguir las tropas sin que por ningún caso sean molestados.

2º Que a la ciudad y a sus naturales se les mantengan los privilegios, constituciones, actos de Corte, exempciones y libertades que an gozado en tiempo del señor rey Carlos Segundo (que Dios haya).

3º Que la ciudad goze sus bienes y emolumentos sin perturbación, ni impedimento alguno, y que sea conservada en toda quietud y sin vexación ni violencia de las tropas.

4º Que los soldados, ni otra persona, pueda pedir a la ciudad y sus vezinos alguna composición baxo de ningún pretexto.

5º Que no pueda ser castigado ninguno de los vezinos o moradores por delitos cometidos contra su magestad de antes de la entrega de la plaza y hasta el día que diere la obediencia la ciudad.

6º Que al común y particulares de ella, se les restituya los bienes que tienen fuera ocupados por los ministros de su magestad.

7º Que sean confirmados los oficiales reales, como son veguer y bayle, sosveguer, sosbayle, juez ordinario y otros, deviendo continuar hasta estar finido el triennio.

8º Que los franceses, que se hallan connaturalizados en la ciudad, no experimenten ningún maltrato en sus personas y bienes de los ministros, oficiales y soldados de su magestad.

9º Que los naturales o vizinos de la ciudad que querrán desabilitarla puedan hazerlo en término de dos meses, sin que se les haga vexación en sus bienes, pudiéndose llevar los que tienen en la ciudad.

10º Que se observen a esta los privilegios antiguos y generales constituciones que está gozando la ciudad de no dever alojar en sus casas ofiziales ni soldados en ningún tiempo.

11º Que los oficiales y soldados tanto de la guarnizión como los que viniessen por accidente dentro la ciudad devan pagar los derechos o imposiciones de las puertas en la misma conformidad que lo hazen los vezinos y naturales de ella.

12º Que los cabos y soldados que se hallan enfermos y que por este accidente no podrán salir de la ciudad con la guarnizión, se les permita quedarse en ella hasta estar aptos y convalezidos, deviéndoseles dar el bagage y escolta necessaria, y los que se querrán quedar que se les permita sin molestia alguna.

13º Que a los oficiales de veheduría y contaduría y a los ayudantes de la plaza que no querrán quedarse en la ciudad no se les impida su morada en ella. Dado en Gerona a 12 de otubre de 1705.

Los jurados de la ciudad de Gerona

Don Gabriel de Kaülibars

Serenose el tiempo y sosegado el mar executó don Francisco de Velasco su embarco con toda la familia y comitiva para Málaga, haziendo lo mismo las tropas que quisieron seguirle, que fueron muy pocas. Consistía la guarnizión que avía en la plaza en unos quatro mil hombres, entre infantería y cavallería, pero como tomaron partido la mayor parte de los soldados, fueron muy pocos los que se embarcaron de calidad que no passaron de 400.

El duque de Populi, marqués de Aytona, y los ministros, con algunos cavalleros que quisieron continuar el partido anjoíno, salieron de la ciudad con sus familias al mismo tiempo que el Velasco hizo su embarco, a quienes se les dieron passaportes y escoltas para poder transitar hasta la ciudad de Zaragoza.

Como no es ponderable la esclavitud y opresión que sufrían los vezinos de la ciudad y Principado baxo el tiránico dominio del govierno anjoíno, no lo será tampoco el contento y alegría que tuvieron de verse restablezidos en su antiguo lustre y libertad en el de su rey natural, cuyo ingresso esperavan con impaziencia, y no pudiendo contener sus corazones, era continuo el concurso de ellos a nuestro campo para anticiparse la dicha de verle, aclamarle y besar su real mano.

Llegonos un expresso que despachó a su magestad don Antonio de Paguera y Aymerich con la alegre noticia de haver dado la devida obediencia al rey nuestro señor la ciudad y plaza de Tarragona, y la posessión de ella a sus reales armas, sin instarle capitulaciones, assegurado aquel común y sus naturales de que la benignidad de su magestad les avía de conservar y mantener en consequencia de las predecesores reyes de su augustíssima casa en el goze de sus privilegios y prerrogativas.

Celebrose este susesso con el regosijo y alborozo que merezía el logro de una tan importante y consequente plaza, por su situación, fortificaciones y circunstancias del terreno y país que cubre por aquella parte.


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