Capítulo 46

Arrójanse los naturales sobre el enemigo para desalojarle de aquel puesto, poniendo todo el campo en arma. Peleas y escaramuzas que se subsiguieron de aquel echo.

Dispara fuertamente nuestro contrario su artillería y bombas des de aquel puesto al castillo. Agencian unos y otros el retirar los muertos. Éntrannos alguna gente, víveres y faxinas nuestras fragatas, que pelearon con lanchas armadas de su contrario.

Retírase nuestra gente del castillo de Monjuich, quedando solos 100 soldados. Reduzen con su fuego los contrarios aquel reducto a un montón de piedras, y le desamparan del todo los nuestros, ocupándolo el enemigo.

Habren dos aproches los sitiadores contra la plaza con tres cordones, que discurren de la montaña a la ciudad y baluarte de San Antonio, principiando los sitiados una buena cortadura por aquella parte comprehendidas las huertas de San Pablo.

Arrójanse los naturales sobre el enemigo.

Muchos paisanos de la plaza al veinte y dos impazientes del poco afortunado susesso de la noche passada de haver logrado el enemigo aquel ventajoso puesto dentro la obra nueva del fuerte de Monjuich, con grande ardor, zelo, fidelidad y cariño (aunque inmoderado) a la real persona del rey nuestro señor y defensa de la patria, pareziéndoles tener bastante corage y brío para desalojarle de aquel importante puesto, se encaminaron con sus armas al convento de San Pedro, y puestos en la real presencia de su magestad la representaron con el mismo fervor su valeroso intento, repitiendo muchas vezes que todos querían derramar su sangre y morir en su defensa y conservación de la patria, por lo que suplicavan humilmente a su real benignidad se dignara dar los órdenes convenientes para que quanto antes pudiessen executar su intento, y para obligar con mayor eficacia a que siguiesse más numeroso concurso, mandase salir las banderas de Santa Eularia y San Jorge patrones, en cuyo amparo esperavan la felizidad del susesso. Reconoziendo el rey nuestro señor que aquella súplica nacía del verdadero afecto de defender su real persona y de conservarse en su suave dominio, condecendiendo a sus ruegos, a fin de evitar mayores daños, les permitió lo que tanto dezeavan, y assí tomando la bandera de Santa Eularia el conseller sexto y la de San Jorge el diputado militar y real, seguidos de algunos oficiales de sus magistrados, llegaron en Monjuich con aquel grandísimo concurso en donde entraron fixando la de Santa Eularia en la obra vieja y la de San Jorge en la punta de la línea de comunicación junto a la obra nueva, y para que con mayor orden executaran la acción, nombró su magestad por comandante de dicha gente a don Jayme Puig de Perafita y a don Francisco su hijo. Acudieron algunos a tocar las campanas de la cathedral, San Jayme y del Pino solo a fin de convocar con mayor prontitud la gente, que no se hallava en noticia de resolución tan valerosa, y como en este frangente se jusgaze de ningún fruto sí de mucho daño el repique de las campanas, llegó el conseller en cap don Francisco Nicolás de San Juan a la cathedral acompañado de algunos cavalleros (movido de la obligación de su cargo para impedirlo): subió con su comitiva a la torre de la Seo (porque solo allí en esta ocasión se tocava) y hizo que cessasen, pero al baxar de dicha torre, subieron por el caracol de aquella, que es muy obscuro, tres hombres no conozidos, diciendo que avía de tocar dicha campana, y respondiendo el conseller que no avía de tocar, se disparó un arma de fuego, del qual tiro después de aver recivido la absolución y extrema uncción murió en el mismo puesto el conseller, y para que su muerte no llegase a noticia del pueblo (por el el [sic] inconveniente podía tener) retiraron su cuerpo en la misma torre en un aposento escondido donde estuvo hasta las 12 de la noche, que le llevaron a su propria sepultura.

Llegada que fué aquella gente con sus comandantes luego se dispuso para dar la embestida al enemigo, y aunque la persuadieron a que aguardase algunas tropas, que fomentaran sus avanzes, no quisieron detenerse, echándose con imponderable vigor sobre el enemigo, disparando con tanta bizarría, que aturdió de ver el atrevimiento con que a cuerpo descubierto llegavan a sus aproches. Algunos de sus regimientos se retiraron con mucho desorden y daño sacando de la fortificación tres estandartes que allá tenían fixados los enemigos, por ver tanta multitud de gente que de la ciudad subía a la montaña, de calidad que motivó a que todo el campo se pusiese en arma subiendo de él muchas tropas a los ataques, por cuya causa por hallarse el contrario tan fortificado en aquel puesto no pudieron conseguir desalojarle.

El choque duró desde las 9 del día hasta las 2 de la tarde. Los muertos por nuestra parte fueron algunos y los heridos muchos más, pero la del enemigo fué muy considerable.

El número de mugeres que con diferentes regalos de vino, agua, biscochos y otros comestibles subieron a aquel parage con ellos para refresco de los que peleavan causó asombro y mucha admiración. Ivan entre ellos en medio de la pelea, sin que el daño que padezían las unas intibiase el ánimo de las otras, siendo no menos ponderable hable la singular caridad de los ecclesiásticos en assistir a los heridos y en baxar a muchos a la ciudad con sus brazos para el remedio de sus heridas.

Al mismo tiempo fueron comandados quatro esquadrones de cavallería, dos del regimiento del conde de Sizendorf, governados por el coronel Riotort otro del regimiento de don Antonio Clariana, mandado por él mismo, y el último de ingleses, para diversión y cubrir los paysanos, que avían salido por la Puerta del Ángel y peleavan azia la Cruz Cubierta, y aviendo dado orden Riotort a don Antonio Godorno y a don Jayme Carrera que con su esquadrón fuessen a tocar a la gran guardia enemiga, que se hallavan en los molinos de viento arma, lo executaron con tanto valor que la precisaron a una precipitada huída, obligando a montar el regimiento de Berrí, que se hallava cerca Sans. Diéronse las cargas, y mesclados, llegaron espada en mano a cuchilladas, y aviendo muerto muchos de los enemigos, quedó mortalmente herido el coronel del regimiento de Berrí, y muertos cinco de los nuestros, y prisioneros dos.

Embió la ciudad que abundante refresco a Monjuich para los que pelearon y assistieron en su defensa, y igualmente a las puertas de Santa Madrona y del Ángel para aquellos que venían del combate.

Dispara fuertemente nuestro contrario su artillería, y bombas des de aquel puesto al castillo. Agencian unos y otros el retirar los muertos. Éntrannos alguna gente, víveres y faxinas nuestras fragatas, que pelearon con lanchas armadas de su contrario.

Era vehemente el fuego que arrojava el enemigo el 23 procurando con todo esfuerzo batir el castillo de Monjuich, echando al mismo tiempo muchas bombas, que abrasavan a los nuestros, que le defendían con tanto valor. Formó en la herrería o almazén este día una batería de seis cañones.

Por la mañana escrivió el general de Tessé por medio de un trompeta al mariscal de campo general conde de Ulefeld, dándole noticia de los prisioneros que los suyos avían echo en el avanze del día 21, pidiendo juntamente algún tiempo de suspensión de armas para retirar los muertos de una y otra parte, a que se respondió por dicho mariscal Ulefeld que estava muy pronto a condecender a lo que le pedía, como en efecto se executó por la tarde, y en el breve tiempo que se ocuparon en aquella diligencia, hallándose el general de Tessé en los ataques, embió a cumplimentar al mariscal conde de Ulefeld, que todavía se mantenía en el castillo, conteniendo su recado, que estando los dos tan poco distantes, se podían ver y ajustar en aquella ocasión el punto de los prisioneros, de lo que se escusó el mariscal Ulefeld, prudentemente, y con palabras de mucha urbanidad, diciéndole que la coyuntura de las cosas no le permitía dar gusto a su excelencia.

Al retirar los cadáveres se halló entre los demás el cuerpo de milord Dunegal muy maltratado con quatro heridas mortales.

Al mismo tiempo que espiró el plazo de la suspensión mandó el mariscal de Ulefeld dispararle al enemigo toda la artillería y morteros para darle a entender el brío y valeroso ánimo que conservavan los suyos, a que correspondieron las balandras arrojándonos 150 bombas, y una de ellas pegó fuego a las barracas de la capitanía general y derecho de guerra, fuera de la Puerta del Mar, que en poco tiempo las reduxo a cenizas, por ser todas de madera.

Vinieron esta misma noche las fragatas de Mataró, Vilanova, Sitges i Vinarós armadas de catalanes, escoltando una multitud de embarcaciones menores, que introduxeron a la plaza 500 napolitanos, víveres y faxinas, menos la gente que apresaron los enemigos, que teniendo prevenido un cordón formado con sus lanchas armadas a la entrada del puerto, que abrigavan dos navíos, peleando los nuestros con indecible valor, le rompieron varonilmente durando el combate dos horas continuas, y pudieron conseguir la entrada de nuestro muelle quatro cientos de aquel cuerpo con su teniente coronel don Juan Pagés y Senjust con muchos marineros, que los conduzían, pero quedaron los demás hasta el número de quinientos, unos presos y otros muertos aunque del enemigo fue mayor la pérdida por haverle echado a pique algunas de sus lanchas.

Retírase nuestra gente del castillo de Monjuich, quedando en él solo 100 soldados. Reduzen con su fuego los contrarios aquel recinto a un montón de piedras, y le desamparan del todo los nuestros, ocupándolo el enemigo.

Retírase nuestra gente del fuerte de Monjuich a la línea de la comunicación de aquel con la plaza a efecto de preservarse del grande fuego, y reservarla para la total defensa de la ciudad, quedando solamente en el recinto viejo 100 hombres, que bastavan para su defensa, respecto de ser muy reduzido.

Assistieron los individuos del brazo militar en los parages más peligrosos para assegurar la más vigorosa defensa, no dexando las puertas y baluartes, en los quales puestos, con particular desvelo, assistían dos en cada uno día y noche durante el assedio.

Prosiguieron al 24 los enemigos su disparo con el mayor esfuerzo y vigor para abrir de todo punto brecha en el baluarte arrojando assimismo tanta multitud de bombas, que mataron en el recinto del castillo 10 soldados y quedaron heridos 15, y una de ellas cayendo en casa del governador don Antonio de Villamediana (que acía pocos días que governava el castillo), fué herido de un casco y contra su voluntad le llevaron a la ciudad, encargando el mando a un capitán de su mayor confianza.

Este día no echó el enemigo bomba alguna en la casería de la ciudad, donde entraron algunos paisanos con 5 franceses, que les cogieron en sus proprias tiendas.

Empezaron los sitiadores a jugar al 25 una nueva batería, que formaron en la contraescarpa de la línea de comunicación compuesta de 12 cañones, y con las continuas bombas, y todas las demás baterías, que disparavan, no dexaron habitar a los soldados, que estavan de guarnizión en ni[n]gún puesto del castillo, y no pudiendo refugiarse en ninguna parte y preservarse de tan vehemente fuego, como y por haverse pegado fuego al maderage en que estavan resguardadas las municiones, que antes se avían mandado recoger, les ordenaron retirar sin retardo a la plaza por no perder tan valerosa gente, sin fruto alguno, quedando solo cinco soldados y un teniente, que se mantuvieron quanto se pudo, pero no siendo possible persistir más (reduzido ya aquel castillo o recinto a un montón de piedras) le abandonaron totalmente por el orden que se les prescribió, y assí fué ocupado del enemigo la misma noche, no disparándonos en toda aquella bomba alguna, por mar ni tierra.

Habren dos aproches los sitiadores contra la plaza con 3 cordones, que discurren de la montaña a la ciudad y Baluarte de San Antonio, principiando los sitiados una buena cortadura por aquella parte comprehendidas las huertas de San Pablo.

Empezaron los sitiadores al 26 dos aproches azia la plaza, principiando el uno des de la línea de comunicación a la parte del mar, y el otro baxo Santa Madrona cerca de la Cruz Cubierta, dirigiéndose a entramos al Baluarte y Puerta de San Antonio, haziendo assimismo sobre la montaña de Monjuich tres cordones, que encaminaron a la ciudad, bolviendo todas las baterías que tenían en Monjuich a los nuevos cordones. Empezaron a jugar des de allí quatro baterías para impedir los trabajos y obras de defensa, que con todo calor y aplicación proseguían los de la plaza en los lienzos de la muralla, que corre des de San Antonio a las Atarazanas.

Construió el enemigo al 27 dos nuevas baterías cada una de 10 cañones en los parages de la casa del Dotor Metge y campo de los Judíos, y otra de siete cañones a la parte de Santa Madrona para desmontar la artillería del Baluarte de San Antonio echando de ellas algunas bombas para impedir el trabaxo de la estacada y fosso, que perfizionavan los naturales por aquella parte a expensas de su magestad y de la ciudad.

Previendo los sitiados el designio de su contrario, de tirar a hazer brecha por aquella parte, empezaron una cortadura des de cerca de las torres de la Puerta de San Antonio hasta la de San Pablo (comprehendida la brecha que hizieron los ingleses) con toda la muralla, que por su mucha capazidad, fossos, estacadas y baterías que tenía se nombró la gran cortadura. Trabaxavan de día y noche en ella a más de los estipendiados muchos voluntariamente de todos estados, assí ecclesiásticos como seculares, a los quales la presencia del rey nuestro señor, que fué a visitarla les alentó en la continuación, mandando assistir su real familia con los que trabaxavan, y fue tal el calor que tomaron aquellos gastadores viendo la ayuda que su magestad les dava de los de su real casa, que despreciando los riesgos y evidentes peligros continuaron sin cessar un instante aquella obra tan importante, en que para tenerla concluyda con la mayor anticipación ajustaron más gente en aquella ocasió[n].

De la otra parte de la ciudad des de San Martín a la orilla del mar, formó el enemigo un cordón y junto a la lengua del agua, un fortín con su artillería para impedir los socorros de tierra y mar crusándose sus tiros con los de sus navíos, que guardavan las balandras.


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