Capítulo 49

Logran voluntarios desalojar al enemigo de un fortín. Hostilidades e incendios que este executa, echándonos algunas bombas y balas a la ruina.

Vehemente fuego el de sitiados. Arrojan muchas bombas los de afuera. Disparan nuestras baterías al ataque. Quema el enemigo los cestones y faxinas de sus líneas y ramales. Diligencia acertada del príncipe Henrrique en Monjuich detiniendo no bolasen las minas de su fuerte.

Adelanta el enemigo su marcha azia el Coll de Moncada, picándole la retaguardia los paisanos y voluntarios, que le toman cañones y morteros con algunos equipages. Especificación o distinta relación de los pertrechos, municiones, víveres y equipages, que dexó nuestro contrario en el campo que ocupava.

Prosigue su marcha el enemigo al Ampordán, quemando, robando y talando sin perdonar a los templos y vasos sagrados, lo que paga con pérdida de muchos de los suyos.

Manda su magestad se executen los actos devidos a la iglesia con una processión general y un Te Deum que se cantó con su real assistencia.

Primo

Logran voluntarios desalojar al enemigo.

Salieron algunos voluntarios de la plaza al 9 para desalojar al enemigo de un fortín que avía construido junto a la montaña de Nuestra Señora del Coll, y haviéndole embestido con singular valor, lograron con felizidad el intento. Treinta y nueve desertores nos vinieron de su campo, y todos conformaron que el enemigo quería dar un avanze a la plaza, des de donde se vió manifestamente que juntava sus quarteles en Sarriá y sobre el convento de Gracia, tomando el terreno hasta la falda de Monjuich.

Rabioso nuestro contrario de no poder salir con la demanda operó muchas hostilidades, pegando fuego a las mayores casas del llano de Barcelona, dexando el passo comunicable con la plaza des del Coll de Moncada hasta el convento de Gracia, en que entraron algunos paysanos con dos pedreros o artillerías pequeñas, que la avían tomado en el Mas Guinardó.

A la noche echó algunas bombas y balas a la ruina de nuestra gran cortadura, disparando los de la plaza vigorosamente a sus ataques y a las obras, que executó para fazilitar su avanze.

Vehemente fuego el de sitiados. Arrojan muchas bombas los de afuera. Disparan nuestras baterías al ataque. Quema el enemigo los sestones y faxinas de sus líneas y ramales. Diligencia acertada del príncipe Henrrique en Monjuich deteniendo el no bolar las minas de su fuerte.

Fué vehemente el disparo que hizieron los sitiados al 10 a los ataques de su contrario, y muy lento el que este executó contra la plaza. Pilláronle los paisanos 150 bueyes, que tenía para el sustento de sus tropas.

Disparonos a la noche des de la montaña de Monjuich con 9 morteros cantidad de bombas, dirigidas todas al Baluarte de San Antonio y Rambla, correspondiendo los nuestros con igual fuego contra sus ataques.

Al rayar del alba del 11 estando ya perfizionada y en todo punto nuestra gran cortadura con sus flancos y dos baterías, dispararon los nuestros animosamente a los ataques más inmediatos de la plaza, pero el fuego que nos hizo el enemigo fué muy poco.

Por la tarde se observó que los sitiadores hazían muchas llamadas, subiendo sus tropas a la parte de Gracia, donde las imbistieron los de la montaña con algunos voluntarios, que salieron de la plaza, dándoles fuego por una y otra parte con algún daño de los enemigos, y ninguno de los nuestros. Prosiguió en las llamadas de las cinco de la tarde hasta las 10 de la noche, quemando a un tiempo las faxinas y cestones de sus ataques, cordones y casas de campo que tenía ocupadas, dando evidentes señas de su retirada.

El príncipe Henrrique Landgrave de Hassia, que se lo estava mirando des de la brecha, mandó salir algunos oficiales a reconozer los aproches de su contrario, y bolviéndole con el aviso de haverles hallado sin gente alguna, mandó hazer la misma diligencia en Monjuich, con la prevención de observar si se hallarían las minas que dixeron algunos desertores havían echo para bolar aquel fuerte; logrose esta diligencia tan a tiempo, que encontrando muchas cuerdas encendidas en las que tenía laboradas en la parte de poniente, se evitó que no bolasen aquellas, pero no se pudo conseguir de las que avía en la parte de la ciudad por estar tan adelantado el fuego, de calidad que su estruendo y ruina fue muy notable en toda la ciudad.

Sube el príncipe Henrrique a Monjuich. Adelanta el enemigo su marcha azia el Coll de Moncada picándole la retaguardia. Los paisanos y voluntarios, que le toman algunos cañones y morteros con algunos equipages. Distinta relación de los pertrechos, condiciones, víveres y equipages que dexó nuestro contrario en el campo que ocupava.

Subió el príncipe Henrrique a Monjuich después de haver echo anticipar a aquella montaña don Manuel Desvalls y a don Carlos Ribera (que le assistieron siempre) a observar como quedava aquella fortificación.

Advirtiose de la plaza al amanezer del día 12, que el enemigo tenía adelantada su marcha azia el Coll de Moncada, y que su retaguardia se hallava cerca del Mas Guinardó, donde le embistieron los fusileros, paysanos y voluntarios de la ciudad y de la montaña con tal corage, que les precisaron a dexar algunos cañones de campaña y algunos carros, y a poner en orden toda su retaguardia para defenderse, y sobreviniendo en esta ocasión, que era cerca las nueve de la mañana, el horroroso eclipse del Sol pasmados unos y otros de la obscuridad sin discurrir la causa suspendieron el combate, con lo qual prosiguió el enemigo su marcha, dexando grande número de muertos en el campo. Y es bien cierto que si nuestra gente hubiesse logrado a tiempo el abrigo de la cavallería, que después se mandó salir de la plaza, conseguía el venzimiento y derrota de la mayor parte de la retaguardia, pero se aprovechó de muy buenos despojo sin dexar de proseguir en la ofensa de su contrario, siguiéndole continuamente a su marcha, que precipitadamente executava.

Desaparecieron los enemigos de la vista de la ciudad, lo que celebraron con summo regosijo sus vezinos, que sin retardar en numeroso concurso salieron a ver como quedava el campo que aquellos ocuparon, quedando admirados a la cantidad de pertrechos, municiones y víveres que en él avían dexado, y reconoziéndolo con particular atención para dar distinta e individual noticia a su magestad, refirieron (como después se averiguó por los mismos generales), que consistía por mayor en 106 cañones de bronze bien montados, 27 morteros del mismo metal, algunos con sus caxas de hierro; más de 5.000 barriles de pólvora, 500 barriles de balas de fusil y mosquete con una muy crecida cantidad de plomo, poco más de 2.000 bombas, 10.000 granadas reales, inumerables granadas de mano, 8.000 picos, palas y zapos [sic], más de 40.000 balas de artillería, 16.000 sacos de arina con grande cantidad de trigo y avena, más de 10.000 pares de zapatos, muchos hornos de hierro, la botica bien abastezida de todo género de medicinas para los enfermos y heridos, de los quales dexó abandonados más de 500 en el convento de Gracia, con otros muchos pertrechos y equipages que todos los días se ivan descubriendo en diferentes partes del recinto de su campo, que a no haverlo visto parezía impossible, deviéndose bien inferir el temor y perturbación que el duque de Anjou con los dos exércitos executó tan ignominosa fuga o retirada.

4

Prosigue su marcha el enemigo al Ampordán, quemando, rogando y talando, sin perdonar a los templos y vasos sagrados, lo que paga con mucha pérdida de los suyos.

Fué prosiguiendo su marcha el enemigo dirigiéndola al Ampurdán quemando y executando las mayores hostilidades que pudo sin perdonar lo sagrado de los templos, talando la campaña, derramando el vino, azeyte y destruyendo todo lo que avían dexado los paisanos en sus casas, que abandonaron con sus familias para assistir y aumentar el número de los que picavan la retaguardia, como lo executaron con tal vigor y ardimiento, que le ocasionaron a su contrario grandes daños y mucha pérdida de bastimentos, carros, cañones y un mortero, que les precisaron a dexar en la Villa de San Celoni.

Le fué al enemigo muy sensible y fatal esta retirada, no solo por los heridos y muertos, sí también por la falta de víveres que tuvo hasta llegar a los extremos del Ampurdán y pizar los dominios de la Francia, que por su llanura y copia de cavallería dexaron de perseguirle los paysanos, aunque no olvidaron en aquel parage de tocarle muchas armas, logrando muy buenas funcciones y despojos, de calidad que des de su retirada del llano de Barcelona hasta llegar a la frontera de la Francia perdió 4.000 hombres entre muertos y heridos, que con los que le faltaron en el assedio de Barcelona, que fueron 8.000 lo menos según la opinión de todos, llegaron unos y otros al número de 12.000 hombres consiguiendo el rey nuestro señor triunfar de su competidor a costa solamente de algunos 2.000 entre soldados y paisanos, parte muertos y parte heridos y prisioneros.

Manda su magestad se exerziten en la iglesia los correspondientes actos a esta gloria por medio de una processión general que se hizo cantándose el Deum en acción de gracias y un solemne oficio en la cathedral.

Quiso su magestad, como tan cathólico y piadoso monarca, el que se hiziessen públicas demonstraciones por lo que el altíssimo y soberano Dios avía obrado en la justicia de su causa, y de sus fidelíssimos vassallos, y para manifestar esta deliberación de su real ánimo, mandó al vicario general del obispo, que lo dispusiese en un edicto por toda la ciudad en la forma siguiente.

Que el viernes a 14 del corriente se expusiesse el santíssimo patente en la iglesia cathedral, y en las demás de la ciudad, y que a modo de rogativas se rezasen las letanías mayores, y en la hora más oportuna con una plática espiritual se exortase al pueblo a dar las devidas gracias y reconozidos obsequios a la magestad divina por los grandes favores y particulares beneficios que liberal avía repartido en la libertad de aquel Principado y gloriosa defensa de su capital Barcelona, y para que se dignase proseguir sus divinas maravillas, se preparasen todos por medio del sacramento de la penitencia confirme enmienda de la vida, y que el sábado a 15 se hiziesse una processión general de rogativas (como se executó) saliendo de la iglesia cathedral, en que se llevava adelante el Santo Christo de la Cofadría [sic] de la Sangre de Jesús y el tabernáculo de la Virgen de la Concepción en el lugar acostumbrado, assistiendo su magestad, el obispo de Solsona don Guillermo Goñorons, que llevava el gremial con seys abades vestidos de pontifical, el cavildo, clero, religiones, los conselleres, que llevavan el palio, deputados, protector del brazo militar y toda la nobleza estrangera y del país. Llevavan los gremios velas encendidas en la mano. Con este orden y reglamento transitó esta processión a la capilla de la gloriosa Virgen de Monserrate donde se cantaron las letanías mayores, y des de aquella hasta la de Nuestra Señora de la Concepción que se halla construida en los claustros de la misma cathedral, fue su término y fin, en donde se cantó la propria letanía de la virgen y señora nuestra, y en ella subsiguientemente con la assistencia de su magestad el Te Deum, tocando todas las campanas de las iglesias de la ciudad, que durante el sitio no lo executaron, y al mismo tiempo disparó tres vezes la artillería de la plaza y toda la que dexaron los enemigos en sus cordones. Celebrose la missa de pontifical con mucha solemnidad, y igual concurso, quedando todos contentos, alborozados y edificados de la devoción con que se executó aquel piadoso acto.

Este es en summa un mal ideado periodo del immenso valor, imponderable fineza, acreditada constancia y cariñosa diligencia con que la magestad del rey nuestro señor CARLOS Tercero assistió, favorezió y asseguró a sus fieles y primeros vassallos. Un corto obsequio de la fidelidad catalana en defensa de su rey y patria, una ceñida demonstración de la militar gloria de las tropas de su magestad, de sus aliados y naturales del Principado de Cataluña, con que devía coronarse la obra que comprehende este libro de los susessos que precedieron, y mi insuficiencia y cortedad emprendió a impulsos del amor y constante zelo que conservo al emperador y rey nuestro señor, que es lo que únicamente puede disculpar mi osadía y persuade a mi poquedad, lo entenderá assí el savio le[c]tor dissimulando las imperfecciones de esta narración y falta en el estilo devido que aquella no pudo alcanzar.

Fin


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