Capítulo décimo

Es recíproco el estruendo de nuestra artillería con la del enemigo, que trabaxa una nueva batería y nos echa bombas a la noche.

Restitúiese la armada en su proprio puesto no obstante la oposición de su contrario. Prosiguen los sitiados el grande parapeto junto a la Torre Redonda.

Despáchanse cartas al Faro. Continúan los botafuegos de una y otra parte su disparo. Escapan prisioneros de un navío con la lancha, y pegan fuego al mismo buque.

Conferencian el príncipe y vicealmirante. Perfiziona el enemigo su nueva batería. Prosíguese igual el fuego de una y otra parte, poniendo en arma nuestras lanchas a todo el campo.

Dirige nuestro contrario su disparo a la montaña y Muelle Viejo. Previénese de faxinas la plaza.

Primo

Es recíproco el estruendo de nuestra artillería con la del enemigo.

Amanezió el día 6 con el repetido estruendo de nuestras baterías. La nueva sí constante gallardía y brío con que los sitiados deseavan continuar los esfuerzos de su valor con el testimonio de su resistencia, a cuyo contraste disparó este día el enemigo con igual si no mayor vehemencia de lo que avía echo hasta entonces haziendo tiro con los de sus baterías en la que teníamos plantada sobre el Salto del Lobo, en cuya eminencia como se hallasen apostados los fusileros cathalanes, dieron bien a conozer la antigua pericia de los de su nación en el arte de puntería, porque den de aquel puesto y con el continuado fuego del mosquete, le hizieron al enemigo notable daño, no dexándole habitar en todo aquel trecho sin quedar totalmente expuesto a su fuego.

Por la noche trabaxaron los sitiadores notablemente en levantar una nueva batería junto al pequeño puente de piedra, que se dixo, y en asercársenos con la zapa azia la Redondela, bien que con el grande fuego que se le hizo de la plaza, singularmente del Muelle Viejo, se vió precisado a retirar otra vez la artillería de aquel parage, quedando echos pedazos quantos tablados y reparos avía prevenido para cubrir sus gastadores.

Como todavía durase la tempestad en el mar, no pudieron los marineros este día venirnos a assistir en la prosecución de nuestras defensas, que estavan ya muy adelantadas por lo mucho que en ellas se trabaxava, a que a más de los marineros concurría el zelo de quantos voluntarios avía en la ciudad con toda aplicación y fervoroso desvelo.

Contentose esta noche el enemigo en dispararnos veinte y quatro bombas, a que correspondió la plaza con el fuego que hasta allí avía acostumbrado de su artillería y morteros.

Secundo

Restitúiese la armada en su proprio puesto no obstante la oposición de su contrario. Prosiguen los sitiados el grande parapeto junto la Torre Redonda. Despáchanse cartas al Faro. Prosiguen su disparo los botafuegos de una y otra parte. Escapan prisioneros de un navío con la lancha y pegan fuego al mismo buque.

Sossegado ya el temporal el siete, se restituió a su primitivo puesto la armada echando el fierro, y haziendo alto, po[r] aver calmado enteramente el mar, bien que no sin alguna oposición que intentó hazerle su contrario disparándole algunos cañonazos de las dos baterías, que a la lengua del agua avía para esto fabricado.

Al mismo tiempo se trabaxava por parte de los sitiados en concluir el grande y fuerte parapeto, que se avía comenzado para resguardo de la Torre Redonda, llamada assí que medía entre el castillo y la Redondela, con que quedó en mi juizio restablezido y fortificado enteramente aquel puesto como de antes.

Este día se despachó un barcolongo con cartas al Faro, que se entregaron a don Joseph Corrons a fin de noticiar a su magestad (que Dios guarde) del estado en que se hallava la plaza, en razón de no aver recivido ningunas de Lisboa des del 26 del antecedente.

Continuavan mutuamente nuestras baterías y las del enemigo en el recíproco disparo, bien que este día pareze que la del Muelle Viejo fué donde azestaron con mayor cuydado sus artilleros.

Al anochezer suzedió el caso de que unos prisioneros franceses, que se hallavan en un pequeño navío, que se les avía apresado, lograron el poner fuego en su buque y escaparse con la lancha al campo enemigo, de que distavan muy poco, descuydo de los ingleses bien aprovechado para ellos.

Observose al zerrar del día que entrava mayor número de gente de lo acostumbrado en las trincheras, diose de ello parte al príncipe y governador, que dispuso sin retardo reforzar todos los puestos que más podían correr algún peligro, si bien es verdad que no tuvo poco trabaxo en contener a los ingleses, que de puro impazientes anelavan con todo esfuerzo hazer una vigorosa salida sobre las trincheras más inmediatas del enemigo, que se contentó por entonces con hazer aquel alarde sin más operación que la de dispararnos 64 bombas.

Tercio

Conferencian el príncipe y vicealmirante. Perfiziona el enemigo su nueva batería. Prosíguese igual fuego de una y otra parte, poniendo en arma nuestras lanchas a todo el campo.

Como las cosas del sitio pedían la uniformidad del príncipe y vicealmirante, passó a la noche a bordo a efecto de abocarse con este para conferir sobre los negocios que se ofrezían, y por la tarde de resulta; fueron despachados dos navíos de guerra para dar otra vista a aquella costa y puerto de Cádiz.

El fuego de la plaza no fué menor que los demás días, ni el del enemigo fué inferior al que avía echo de antemano. Descargó este día toda su furia contra el Muelle Viejo por lo mucho que este le ofendía en sus trincheras, que procurava igualmente adelantar no obstante el mucho daño que recivía.

El número de sus bombas según se observó no passó de 66. Nuestros heridos fueron cinco ni más ni menos. El otro día nos disparó unas catorze, aviendo sido este día su principal conato el arruynar la Torre Redonda de la montaña al mismo tiempo que por nuestra parte estavan 200 marineros haziendo cantidad de faxinas para reparar aquel daño.

En la nueva batería, que el enemigo avía comenzado días atrás, hizo que sus gastadores empleasen su jornal para perfizionarla.

Por la noche nuestras lanchas hizieron una arma falza, con que pusieron en confusión el campo enemigo, con cuya guardia escaramuzearon algún rato nuestros marineros.

Quarto

Dirige nuestro contrario su disparo a la montaña y Muelle Viejo. Previénese de faxinas la plaza.

Quedava ya concluída del día antecedente la nueva batería, que nuestro adversario avía levantado, y assí al alborar de el siguiente comenzó el disparo dirigiendo todos sus tiros a la montaña y Muelle Viejo, y pudo este día arruynar totalmente su parapeto, que no era muy fuerte, por averle fabricado de piedra seca, con cuya ruina logró la ventaja de impedirnos el disparo des de este puesto durante el día por no quedar parte en que pudiesen cubrirse los artilleros.

Nuestros matalotes, o por mexor decir nuestros gastadores, trabaxaron notablemente este día en prevenir faxinas con que poder remplazar el daño que en todas partes rezivíamos de sus baterías, cuyo fuego le enderezó este día en desbaratar las palizadas que teníamos en el fosso, disparando a este fin hasta unas 60 bombas de sus morteros.


< Capítol 9 / Capítol 11 >