Capítulo segundo

Descripción de la plaza de Gibraltar. Viages de la flota de los aliados, sucessos intermedios y resolución del sitio o sorpresa.

Primo

Descripción.

Yace Gibraltar sobre la misma boca del estrecho de su nombre, faldas del Monte Calpe en una pequeña benda o lengua de terreno, que a su abrigo discurre a lo largo de su medio día, su situación le haze harto fuerte, y no sé si me diga la primera plaza de toda España. Rodéala a proporción por todos lados el mar, con que queda hecho península su plano, y separado con poco más enteramente de la tierra su recinto a no ser que por el poniente un isthmo de quareinta passos poco más le continúa con lo restante de aquella costa. Su planta es irregular, no menos que su fortificación. Su muro de cantería a lo antiguo. Tiene al medio día por fosso al occéano, que por aquella parte la baña; al levante y tramontana el monte a cuyo pié afirma; y al poniente, que es por donde puede atacarse con menos dificultad, además de los dos baluartes a la moderna, que cubren en flanco la cortina interior, que media entre uno y otro, tiene bien, que algo más afuera una redondela, cubo o pastel cavado, que parte de la misma peña sobre que afirma, de calidad que estrechándose y dándose la mano con lo restante de la plaza por medio de una línea de comunicación, la haze por aquel lado de todos modos impenetrable. Por la parte del mar, sírvenle de resguardo dos muelles de harto buena estructura con las baterías, plataformas y reparos a la moda, que de poco acá se les ha añadido. La población es mediana, habítanla 2.000 vezinos poco más. Cuenta quatro conventos, una parroquia y dos hospitales. Su baya tiene en contorno tres leguas cuya estación ofreze seguro puerto a muchas armadas. Desaguan en ella los ríos de Guadiaque y Palmones no lexos de las Algeziras, lugares de su dependencia. A Gibraltar dicen le fundó Hércules el Griego: su nombre antiguo fue el de Calpe según Ptholomeo. Llámase oy con el de Gibraltar de un moro, que en la pérdida de España entró por aquella parte, como quiera Covarrubias, bien que en esto, como en cosa de poco momento para el caso no me detengo por ahora.

Segundo

Importancia.

Lo cierto es que esta plaza ha sido siempre tenida por de mucha importancia, y su manutención de no poca consequencia, y a la verdad quién heche con atención los ojos al parage en que se halla sita, a la buena disposición del terreno que la fortaleze y a la gran puerta que abre por aquella parte para la conquista de toda España, ni estrañará que pudiera resultarles a los árabes de su invasión el logro de sus designios, ni que haya sido después acá reputada aquella plaza por llave del continente, que la possee, quando sabemos que ya en su tiempo el emperador Justiniano en un rescrito suyo, que se lee todavía en la Ley segunda C. de officia perfecti pretorio Africe en el versículo jubemus etiam ut interjecta le encargava a Belisario su general pusiera toda echura en el resguardo de su estrecho. En este concepto creeré yo que estuvieron sus soberanos de años a esta parte, y en esta intelligencia si mal no me engaño vivieron los aliados des de que se principió la guerra contra el Francés, y assí creyendo que para asentar el pié en España, como deseavan, conduzía no poco el hazerse dueños de Gibraltar, acordaron efectuarlo para quando el tiempo les ofreziera ocasión.

Tercio

Viages de la flota, susessos intermedios, sitio o sorpresa.

Prefixada esta empresa, y tomadas las medidas que parezieron más conformes para otras a que les llamava por entonces la precisión de sus intereses, destinaron una flota a los órdenes del almirante Roock, para su execución; partió con ella este general de Lisboa a primeros de mayo de 1704, y desmintiendo con astucia su derrota, entrado en el Mediterráneo avistó nuestras costas, y sin detenerse en ellas más de lo que la ocurrencia de la malograda sorpresa de Barcelona pudo retardar sus designios, passó de tránsito por las de Francia con ánimo de asaltarlas, caso que huviessen sus tropas emprendido el sitio de Nissa, que tanto antes avian vozeado por Europa sus parciales. Hizo alto en aquellos mares y hallando del todo libre y sin rezelos aquella importante plaza dió la buelta para el estrecho, que poco después repassó, logrando en estas incorporarse sobre el cabo de San Vicente con la esquadra del almirante Chovel, que en número de 25 navíos avía salido de acuerdo por aquel tiempo a su enquentro.

Uniéronse con toda felizidad en aquella altura las dos armadas y sus gefes enseguida para entrar nuevamente en operación, como de orden de su magestad (que Dios guarde) se les tenía escrito; a cuyo fin de parezer de los dos príncipes Landgrave de Hassia Jorge y Henrrique, que a la sazón ivan para este efecto embarcados sobre aquella flota, convinieron en dar parte de sus ideas a sus subalternos, para conferir con ellos en el acierto de la que tanto conduzía a la pública utilidad de toda la alianza. Túvose para esto un gran consejo, en que se distinguieron sobre todos como más noticiosos del estado del continente estos dos príncipes, haziendo ver con evidencia no podían en aquel lanze emplear, ni con más ventaja ni con menos peligro el peso de sus fuerzas, y previniendo quantos reparos podían ofrezerse en el buen éxito a que se aspirava, merecieron ambos quedase aprovada aquella idea con aplauso universal de quantos sabían lo mucho que por aquel camino se adelantavan en España los méritos de la causa común; de calidad que tomándose ya entonces las providencias, que para ello podían más conduzir, y dándose los órdenes, que se tuvieron por más proporcionados para el acierto, viraron proas las dos esquadras al Mediterráneo.

Con esta ocasión avistaron nuestras flotas parte de aquella costa, en que el duque de Ormont en tanto que llegava monsieur de Chateaurenaud de la India con los galeones avía el año antecedente ensayado sus milicias para la memorable expedición de Bigo [sic], que poco después efectuó con el garbo y presteza que todo el mundo sabe, y haziendo ademán de acercarse al mismo tiempo a aquella playa se echaron de repente sobre la de Gibraltar; en que a primeros de agosto de aquel año dieron fondo con ánimo de atacarle a todo tranze, como en efecto lo executaron a pocas horas de haver llegado, y como dependía el éxito de la promta execución de nuestras operaciones, todo el conato de nuestros generales se reduxo a no malograr el tiempo que les subministrava la ocasión.

Quarto

Sitio o sorpresa.

Assí que destinaron luego hasta unos 1.800 hombres de buena calidad del cuerpo de toda la flota. Abordó con ellos el príncipe Jorge Darmstad con tal intrepidez y resolución, que saltando el primero en tierra apenas le dió tiempo al enemigo para retirar, como lo hizo, algunas compañías de cavallería miliciana, que avía destacado para hazerle frente; de suerte que aun no quedavan bien formados nuestros esquadrones, quando se vieron ya puestos en fuga los de los contrarios, con que pudo el príncipe con sus tropas ocupar todo el terreno, que le parezió más del caso para el intento, como lo executó a poco rato assentando el campo des de los Molinos de Viento y huertas de la ciudad comprehendiendo todo el isthmo hasta el pié de la montaña, y ciñiéndole con un medio círculo, quedó bloqueada totalmente la plaza por mar y tierra sin más prevención.

Las tropas, que intervinieron en esto por aquel lado fueron ingleses si no es la compañía de don Francisco de Sandoval del regimiento del general de batalla don Juan de Ahumada y Cárdenas, que se avía formado de algunos aragoneses, valencianos, castellanos y catalanes, que por afecto a su magestad se avían passado a Portugal por aquel tiempo a fin de lograr el primer servicio y sueldo del rey nuestro señor (que Dios guarde) a quienes cupo la vanguardia en aquel bloqueo haviendo sido los primeros que con el príncipe Jorge pusieron el pié en tierra para el desembarco.

La consternación que causó en los de la plaza esta impenzada novedad fué tal que apenas dió lugar para el reparo: el governador, que lo era en aquella sazón don Diego de Salinas, cabo de conozidas experiencias, tomó las providencias que le prescrivió la constitución del tiempo a que se veía reduzido por la actividad de nuestro general, que assistido de su hermano no perdonava diligencia para el adelantamiento de los progressos a que con tanta felizidad se avía dado principio. En fin puesta la ciudad toda en un caos, envió a ella el príncipe un atambor con carta para el Salinas, cuyo contenido se reduzía en substancia a que le entregara la plaza en nombre de su rey Carlos 3º quanto antes, si no quería experimentar los rigores de la guerra, de que sería preciso echar mano en caso que no lo hiziera, para darle a entender la justicia de su propuesta, y respondiendo a ella con algún género de desenfado este cabo, precisó al príncipe a que llamara a los generales de la flota para una nueva conferencia, que poco después se tuvo, en que acordaron que veinte y tantos navíos de guerra entre ingleses y olandeses comandados por el capitán Hicks combatiesen la plaza, al mismo tiempo que con dos balandras se echasen bombas sobre la ciudad y la marinería se arrojase con lanchas a las fortificaciones del muelle nuevo.

No dió lugar el contrario viento al 2 para executarlo; bien que al azercarse al muelle viejo en la noche el capitán Whitaka con algunas chalupas armadas, donde pudo lograr pegar fuego a un navío de transporte francés de 18 cañones, que se hallava ancorado en aquel puesto.

Bolviéndose favorable el viento al 3, y continuándose la misma idea, que se avía propuesto, dieron principio a la operación, y empezando el combate des del amanezer se concluyó a las 10 tan glorioso, que lográndose el gran baluarte a poca costa del Muelle Nuevo, se vieron arbolados en él los reales estandartes británicos, con summo contento, y inexplicable alborozo de nuestro campo.

Echaron los navíos unas 25.000 balas poco más a la ciudad, y las balandras bombas a proporción, al mismo tiempo que los matalotes o marineros de la flota armados con indecible denuedo y comandados por los capitanes Hicks y Jumper, se apoderaron de las obras del muelle nuevo, que abandonaron los contrarios por no poder resistir al fuego y intrepidez de aquella gente, y aunque recivió algún daño de unos hornillos, que bolaron los contrarios, no fué la pérdida com se discurría, pues solo quedaron unos quarenta muertos de los nuestros, y sesenta los heridos.

El capitán Vehitaker, que tomó tierra con el resto de la gente, mirando ya venzido aquel fuerte, se adelantó azia la ciudad con aquel cuerpo, y sin oposición logró un pequeño bastión, que medía entre ella y muralla, y discurre del mismo muelle por la parte del mar, en cuyo puesto halló muchos cañones montados, consiguiéndose en poco tiempo la rendición de fortificaciones, que para dominarlas se necessitava el de muchos días, y derramamiento de sangre a proporción.


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