Capítulo tercio

Rendición, capitulaciones, entrada, evacuación, providencias que se dieron después del sitio y reflexiones sobre ello.

Primo

Rendición y capitulaciones.

En esta positura quedavan nuestras cosas quando el príncipe llevado del ardiente estímulo de reduzir aquella plaza quanto antes a la obediencia de su lexítimo soberano, repitió la entrega con segundo recado a los sitiados, persuadiéndoles que su pertinazia al fin obligaria a romper su moderación: que ya no era valor el defenderse a vista de la impossibilidad de poder dexar de rendirse, y assí que su tezón no era otro, que temeridad conozida; con que como digna del castigo prozedería con todo el rigor. Que les advertía a tiempo, porque aun les dexava aquellos breves momentos para responderle, deviendo de tenen entendido que la tardanza en entregarse sería interpretada a porfía, por lo que devían temer el que cerrase los oídos a la clemencia, y en tal extremo la lizencia militar de sus soldados executaría quanto les es permitido en el venzimiento de unos enemigos ciegamente temerarios.

A estas razones no respondió el governador hasta el amanezer del siguiente día en que despachó al enviado, que le avía remitido el príncipe con la alegre noticia de que convenía en hazer pactos des de luego.

Oyose esta respuesta de parte de nuestros generales, y en seguida remitiendo estos en rehenes al conde Valldesoto, salieron igualmente de los sitiados a nuestro campo los maesses de campo o coroneles don Joseph de Ávila y don Joseph de Medina, bien que sin positivo orden para entrar en capitulación, y hubiera esto efectivamente en mi juizio retardado la entrega a no ser que el príncipe más ansioso de acalorarla de todos modos, que de perder tiempo en las prolixas formalidades, con que en semexantes ocasiones se suele prozeder, dispuso, y me ordenó formara yo las capitulaciones a fin de que quanto antes se le remitieran al Salinas, en cumplimiento de lo que entre los dos quedava ya acordado. Obedezí al punto en razón de hallarme con el carácter de secretario suyo, y passándolas después de concluidas a sus manos, y firmadas, me mandó les embiara a la plaza, como lo hize.

Quando vió el governador que ya se le enviavan en toda forma los pactos, aunque no dexó de desazonarle en algún modo, dissimuló por entonces, instado más de la necessidad del riesgo que le amenazava, y assí firmándolas sin reparo, acordó entregarnos la plaza, y aquel mismo día los baluartes de la puerta principal como lo hizo por la tarde del anunciado día.

Capitulaciones

Don Jorge por la gracia de Dios Landgrave de Hassia, príncipe Hinsfeldia, conde de Castemelíboco, Dietz Zsigenthaina, Nidda, Escavemburgo y Budinga, cavallero de la insigne orden del Toysón de Oro, mariscal de campo general y coronel de un regimiento de corazes de su magestad cesárea, gentil hombre de la cámara de su magestad cathólica y su vicario general de la Corona de Aragón.

Primo. La guarnizión, oficiales y soldados podrán salir con las armas y bagages necessarios, conzediéndoseles a los soldados tan solo lo que podrán llevar sobre sus ombros.

2º A los oficiales, regidores y cavalleros que tuvieren cavallos, se les permite puedan salir con ellos, dándoseles embarcaciones para el transporte de sus equipages caso que no haya asemilas [acémilas] para ello.

3º Se permite sacar de la plaza tres piezas de bronze de diferentes calibres, doze cargas de pólvora y balas correspondientes a tres tiros por cada cañón.

4º A la guarnizión se le entregará el pan, vino y carne que para seis días de marcha hubiere menester.

5º No serán registrados los bagages, arcas ni baules de los oficiales, regidores y demás personas que quisieren salir de la ciudad a quienes en caso de no poder llevar consigo la ropa, que tubieren en la plaza embiando por ella se les será entregada.

6º Assimismo se les franquearán los carros que se hallaren en la ciudad para el transporte de sus cosas.

7º A la ciudad, moradores, oficiales y soldados de la guarnizión que quisieren quedarse, se les conceden los mismos privilegios, honores y puestos que obtenían en tiempo del señor rey don Carlos Segundo.

8º La religión y todos los tribunales quedarán intactos y sin novedad, prestando juramento de fidelidad al rey nuestro señor (que Dios guarde) como lexítimo rey y sucessor de la corona de España.

9º Los almagazenes de boca y guerra que hubiere en la plaza se denunciarán apenas se hubiere tomado posessión de ella.

10º Quedan excluidos de esta capitulación los franceses y demás súbditos del christianisimo, sus bienes y efectos a la disposición del rey nuestro señor y prisioneras de guerra sus personas.

Dado en el campo delante Gibraltar a quatro de agosto de 1704.

Jorge Landgrave de Hassia

Don Diego de Salinas

Por mandado de su alteza: Francisco de Casamitjana secretario

Segundo

Entrada.

Concluida la capitulación con la formalidad que se ha dicho, y llegado el plazo de la entrega, salieron los de la guarnizión y entraron el otro día los dos príncipes hermanos, tropas y comitiva, contándose entre otros don Antonio Pons, vicario general, el padre Félix Rovira, el general Basset y Ramos, conde Richardi, don Marcos Fulquer y otras personas de la familia de ambos príncipes.

El alborozo que causó generalmente en todos nuestros soldados la rendición de esta importante plaza fué tal que no huvo quien no la celebrara con los repetidos aplausos, que se dexa considerar a vista de haverse logrado en el corto espacio de tres días la conquista de una plaza, que a no haver sido el valor de nuestras tropas se merezía muchos meses de sitio, y pérdida de sangre para conseguir su rendición.

Tercero

Evacuación.

De los moradores apenas huvo quien quedase dentro la ciudad; salieron los más con el presidio, de forma que quedaron a lo más en su recinto unas cinquenta familias gente mísera y de ínfima calidad la mayor parte: los clérigos abandonaron la iglesia mayor, dexando en ella tan solamente tres curas. Los conventos de la Merced y San Francisco de Assís quedaron sin más religiosos que los precisos a su conservación, últimamente el de monxas del todo desmantelado de las que le habitavan.

Hallamos en la plaza cien cañones de diferentes calibres, la mayor parte de bronze, y entre ellos quareinta de muy grandes haviendo sido muy pocos los pertrechos, municiones y provisiones que se encontraron en los almagazenes.

Con esta ocasión entrados nuestros soldados en la ciudad hizieron quarteles de las casas, que quedavan sin sus dueños, alojándose en ellas lo mexor, y más cómodamente que se pudo. Túvose mucho cuydado en que no se cometiera desorden alguno, que cediera en perjuizio o de los naturales o de la verdadera religión, a este fin se echaron diferentes bandos de orden del príncipe comandante, que zeloso de la pública quietud, velava incessantemente en el sossiego y buen orden de quantos habitavan en aquella sazón a su obediencia: assique a tres ingleses porque tuvieron la ossadía de quitar a la Virgen de Europa ciertas joiuelas de plata de poca monta, se les dió sin más la horca por castigo en la plaza de la ciudad en donde se executó su justicia.

Quarto

Providencias que se dieron después del sitio.

Con esta quietud pudo el príncipe des del día quatro hasta el veinte y siete emplearse enteramente en dar las providencias que le parezieron más necessarias para el resguardo, régimen y buen govierno de una plaza de cuya manutención pendía en gran parte la conquista de toda España. En esta suposición no perdonándose a diligencias algunas, se arregló en lo por venir su defensa con el mexor acierto que fué possible por nuestros gefes, que resueltos a mantener aquel puesto a toda costa le pertrecharon des del primer día con una fuerte guarnizión.

Copia de carta que escrivió el príncipe Jorge Landgrave de Hassia a don Joseph de Agulló y Pinós, marqués de Gironella, governador de Ceuta, pidiéndole la entrega de aquella plaza en nombre de su rey.

Excelentíssimo señor,

Sin duda estará vuestra excelencia noticioso del feliz susesso que han conseguido las armas de su magestad cathólica don Carlos 3º (que Dios guarde) y de los aliados, en la rendición de esta plaza de Gibraltar, que me entregó su governador don Diego de Salinas en virtud de capitulación acordada entre los dos: se ha dignado su magestad encargar a mi debilidad la dirección de recuperarle los dominios y estados de España usurpados contra la ley y justicia, que siguiéndola mi obligación y zelo a la augustíssima Casa de Austria, persuadido de que el conozimiento de vuestra excelencia la atenderá manifestando en esta ocasión la fidelidad que siempre ha acreditado la de vuestra excelencia a aquella, he tenido por conveniente enviar a vuestra excelencia (como lo hago) la persona del general de batalla don Juan Bauptista Baset y Ramos para que conferenciando con vuestra excelencia el modo de la entrega de esse antemural de la christiandad se adquiera vuestra excelencia la gloria de acto tan correspondiente a su sangre y conforme a la razón, con la seguridad de que esta heroica acción será la más apreciable de su magestad y perpetuo en su real memoria, para que en estimación y agradecimiento experimente vuestra excelencia de su real ánimo el premio en los assensos y mercedes, muy conforme al mérito de vuestra excelencia. Esperando la respuesta y resolución sin retardo, pues la dilación podría produzir la mayor fatalidad de que esta plaza recayese en breve a los árabes cortados los socorros por la oposición de la flota de los aliados de su magestad. La divina guarde a vuestra excelencia muchos años.

Gibraltar, y agosto 18 de 1704

Besa las manos de vuestra excelencia su mayor servidor

Jorge Landgrave de Hassia

Passó con esta incumbencia sin perder tiempo el mencionado general Basset embarcado en una fragata con la escolta necessaria a su seguridad, y llegando junto al puerto de aquella plaza manifestó a su governador el motivo de su jornada, que enviando a bordo un ayudante, no permitiendo al general poner pié en tierra, leída pero la carta del príncipe, no solo no convino en la demanda, pero faltó en la correspondencia de darle la respuesta sobre el assumpto, y assí sin ella le fué preciso al general retornarse a Gibraltar, como lo executó a poco rato en vista del desengaño.

Sabido en África el glorioso susesso de nuestras armas nos llegó en la plaza un moro enviado del rey de Mequinez, dirigido al príncipe y almirante de la flota, que cumplimentando a entrambos de parte de su amo insiguiendo los órdenes que le tenía prescritos, ofrezió en su nombre la subsistencia de todo género de víveres que necessitare la plaza, como se enviasen embarcaciones a aquel reyno con pasaporte del príncipe o almirante de la flota a quienes al mismo tiempo presentó un rico y opulento regalo de diferentes géneros comestibles conforme se lo mandó aquel rey, y admitiendo entrambos el regalo con las demonstraciones de estimación y reconozimiento, le repitieron al árabe las gracias merezidas y des de aquel instante se previnieron embarcaciones para comerciar y transportar de aquel país los víveres y quanto se necessitava para la manutención de la plaza y abasto de la flota.

Quinto

Reflecciones.

No diré aquí ahora lo que este susesso se sintió en Madrid por los ministros que a la sazón governavan en aquella corte, porque sería preciso hazer mención a la Europa del fatal pronóstico que hizieron muchos con la sorpresa de esta importante plaza de las cosas del sereníssimo de Anjou, baticinándole con esta ocasión su ruina. Ni diré aquí lo que cooperó este franxente para recuperar en Portugal nuestras tropas el terreno, que a tanta costa se avía el enemigo adquirido con la expugnación de algunos lugares fuertes, de que se avía hecho señor, porque sería preciso haver de referir aquí las operaciones, renquentros y progressos de ambos a dos exércitos en aquel reyno, ni diré lo que alteró esta novedad a la Francia, porque sería preciso el acordar lo que tantas vezes en la Aya avían repetido diputados, que no teniendo ingleses puerto alguno en el Mediterráneo en que poder consistir, era por demás el forsejar tanto como hasta allí se avía echo en la cessión de un reyno, cuya costa se ve ceñida por la mayor parte de aquel mar.

Y a la verdad quien supiera las consequencias que le resultaron a todo el cuerpo de la alianza de la rendición de esta importante plaza, no estrañará que sobre su conquista se hayan formado tantos y tan varios discursos, como se han echo. Unos dixeron que si se ganó Gibraltar en tan poco tiempo fue porque teníamos coechado su guarnizión, y no reparan estos en que ni el governador ni sus soldados sabían de nuestra venida, quando llegamos a atacarles con nuestra flota. Otros, que los ministros del de Anjou avían agenciado su pérdida a fin de complazer con esto al portugués para mexor restituirle el país, que aquel príncipe le tenia ya quitado, y finalmente que al passo de ir adquiriendo terreno por aquel lado nuestras armadas malograríamos al mismo tiempo nuestros averes, porque decían que no podríamos sostenernos en un país que avía experimentado tantas hostilidades de nuestras tropas, sin considerar estos la positura de la plaza y la importancia de su manutención, a que los ingleses por su propio interez avían de subsistir y mantener el empeño a toda costa.


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