Capítulo quinto

Abertura de ataques. Fuego continuo de la plaza. Disparan los sitiadores contra la Torre Redonda, Redondela, línea de comunicación y baluartes.

Manda el príncipe ahorcar a una espía. Acércasenos nuestro contrario, continuando su fuego de su artillería y bombas igualmente, a que corresponden los sitiados con todo fervor. Fatal muerte del conde de Valldesoto, con otros susessos.

Primo

Abertura de ataques. Fuego continuo de la plaza.

Zanxada esta resolución por los contrarios mandáronse gastadores la noche del día 22 para la abertura de los ataques, que comenzaron sin más oposición que la que les pudo hazer nuestra artillería, porque como nos faltavan cavallos en la plaza, no pudimos disputarles el terreno como se hubiera hecho en otra suposición, bien que con el grande fuego que les hazíamos para retardar el adelantamiento de sus líneas suplimos en buena parte aquella falta de calidad, que no pudieron plantar su primera batería hasta el día 25 en que con el porfiado tessón de adelantar sus progressos lograron formarla como deseavan a media hora de la ciudad a la izquierda de su poniente con los cañones, que en ella pusieron de primera frente a fin de desalojarnos de la Redondela y cortina a cuya ruina y de la Torre Redonda dirigieron todo el fuego.

Este día una y otra parte se principió con todo vigor el disparo los enemigos para avanzar, y los sitiados para defender, unos para redimir lo que por su notable omissión avían malogrado, otros para mantener lo que tanto les havía de utilisar, unos para ganar lo perdido y otros para no perder lo ganado, cada qual se esmerava por su parte con aquel ardimiento que infunde el punto y estimación entre los militares. En la plaza todo eran prevenciones para la defensa, en el campo [to]do eran disposiciones para la expugnación. En la plaza quien mandava era un príncipe Darmstad, cuyo valeroso espíritu no sé si fué parto de Alexandro, u del César. En el campo quien dirigía como a primer gefe era un español cuya experiencia dió bien que entender en otro tiempo a su contrario en la guerra de Cataluña: el de Darmstad por la alteza de su sangre y soberana grandeza de su valor avía echo empeño de darle a conozer a su enemigo lo ardiente de su espada y lo animoso de su intrepidez, el español por la honrra de su nación acostumbrada a conquistar mundos y por la consumada percía de su talento avía echo empeño de acreditar nuevamente la antigua confianza que los príncipes de España avían hecho de su obrar. Uno y otro hizieron quanto cupo para salir con su demanda, bien que la porfiada resistencia del primero merezió a esfuerzos de una inimitable constancia salir por último con la suya.

Secundo

Disparan los sitiadores contra la Redondela y Torre Redonda. Pega fuego a una galeota nuestra. Manda el príncipe ahorcar a una espía y da cuenta de la novedad del sitio a su magestad.

Prosiguió el enemigo al 26, 27 y 28 su disparo contra la Torre Redonda, cubo o pastel cavado para hazer brecha echando bombas a la montaña, y a la media noche de este último día un burlote suyo favorezido de la obscuridad pudo entrar dentro del Muelle Viejo, que pegando fuego a una galeota que allí teníamos con porción de bombas y otros pertrechos, la boló sin poderlo remediar, bien que dió tiempo para salvarse la gente que existía en ella.

Ansioso el príncipe de dar parte a su magestad del estado con que se hallava la plaza, despachó en posta a Magín Vidal a Lisboa con pliegos, en que le dava cuenta de aquella novedad a fin que con esta noticia tubiera a bien de remitir los socorros convenientes a su manutención.

Vigilava continuamente el príncipe comandante al logro de poner la plaza en una vigorosa defensa, y no menos en la averiguación y descubrimiento de una conspiración que según indicios y evidentes circunstancias se tramava dentro de la ciudad, y permitiendo la Divina Providencia que por raros caminos le viniese a las manos una famosa espía llamada Bauptista Massolet, que era el conductor de las cartas que diferentes personas escrivían al campo valiéndose para executarlo (como él mismo confessó) de la obscuridad de la noche por medio de un barquillo, que enviavan los de afuera abrigados de la buena ocasión, que les subministrava lo dilatado de la muralla por donde las descolgava a su salvo y recivía las respuestas, fue ahorcada [sic] este miserable fuera la puerta principal de la ciudad por orden del príncipe a la vista de los enemigos, que de su campo miravan la execución de la sentencia.

Experimentose en lo susessivo con este escarmiento tal quietud en la plaza y seguridad en las operaciones de su defensa, que assí como antes no davan passo los sitiados ni establezían disposición alguna, que no la supiese el enemigo por este medio, se le frustraron las noticias en lo por venir de todo de tal manera que según la deposición de un desertor que nos vino, atónito aquel de lo que le estava suzediendo hazia quantas diligencias cabían en lo possible para adquirir la causa de faltarle las correspondencias, que lograva antes todas las noches por la dirección de aquella espía, lo que consiguió en pocos dias por un soldado que de la plaza desertó a su campo.

Quién duda que a no aver descubierto yo este urdimiento se hubiera visto la plaza forzada tal vez a ceder a la fuerza del enemigo, porque como este hombre no cessava en comunicar las prevenciones y descuydos (en que no pocas vezes falta el más perspicaz cuydado), era muy contingente que le subministraría al enemigo medio proporcionado para entrar furtivamente en la ciudad hasta hazerse dueño de ella ayudado de los suyos, como suzedió no pocas vezes en semejantes ocasiones a más que de un hombre que por cinco años continuos estipendiado de la Francia se avía exerzitado en tales empleos no era difízil persuadirse que hubiere con su astuta y mañosa práctica logrado por último el designio de su dañada intención, que descubrió bastantemente al príncipe comandante, y en su deposición, en que declaró los sugetos que en el presidio concurrían en la conspiración de la plaza, con que pudimos observar los passos de aquellos con todo desvelo, de calidad que por el grande que se tuvo se logró la seguridad de la plaza justiciando el caudillo de tan alta traición como se dirá en su lugar.

Tercio

Acércase con dos ramales nuestro contrario siendo continuo el disparo de su artillería y morteros contra la Redondela de la línea de comunicación, baluartes y Torre Redonda, y igual el de sitiados a su[s] ataques. Muerte fatal del conde de Valldesoto.

Continuava el enemigo en acercársenos con los dos ramales que para esto havía formado de calidad que al 21 de otubre ya nos tirava con 26 piezas para hazer brecha, como lo logró tanto en la Redondela y Torre Redonda como en la línea de comunicación, cortina y baluartes, cuyos flancos porque le servían de notable embarazo, procuró desmoronar de todo punto en cuyo intermedio perdimos el lugar teniente de la artillería, un capitán y otro del manexo de ella, muriendo los tres de una misma bala, que quitó un brazo al primero y hirió mortalmente a los demás.

Correspondia la plaza al disparo de su contrario con igualdad si no excedía, dirigendo todo el fuego a sus aproches a fin de desmontarle los cañones como se logró repetidas vezes la pericia de nuestros artilleros, que vigilantes y continuos en la asistencia de su exercicio ivan a porfía para no malograr la munición.

Las bombas de una y otra parte inquietavan igualmente a los sitiados y sitiadores. Disparávase de la plaza con siete grandes morteros tan acertadamente, que rara vez perdieron tiro los ingleses, que siempre los manexaron.

El enemigo las echava también a proporción sobre la plaza, ya para inquietar a nuestros trabaxadores, que incessantemente ivan limpiando el fosso de la ruina, que el cañón enemigo hazía en nuestros reparos, ya tirando a desaloxar de sus quarteles a la guarnizión, que estava descansando. Y una bala que disparó de sus baterías dió la muerte repentinamente al coronel Foxs en el Bastión de San Pablo, quitándole la cabeza.

En esta mutua oposición que de ambas partes se experimentava passaron unos y otros des del día 21 otubre hasta el día nueve de noviembre, en cuyo espacio intermedio suzedió la fatal pérdida del conde Valldesoto, sugeto harto conozido en España por lo raro y singular de su mérito y virtud. Fue el caso que estando en compañía con el príncipe en uno de los dos baluartes que resguardan la cortina o muralla de la plaza por la parte que mira a tierra, haziendo alarde cada qual (como lo tenían de costumbre) de su habilidad en el arte de puntería de que se preciavan los dos, un balazo enemigo, que desmoronó por suerte una tronera, endió con tanta violencia en la pared opuesta que de[s]quaxando una grande piedra de su asiento, la estrelló en el espinazo del de Valldesoto no sin grave dolor de los circunsantes, a vista de tan desastrado acaso a que sobrevivió algunos días, y pudo disponerse para la muerte.


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