Capítulo 38

Desembárcanos la flota artillería, municiones y pertrechos. Pártense dos esquadras de la armada, y passando delante Mallorca, toman la derrota para el estrecho. Entrégase la plaza de Lérida a las armas de su magestad. Capitulaciones que le fueron otorgadas.

Entrada privada del rey nuestro señor a Barcelona. Regosijos y aclamación del pueblo. Desvélase su magestad en continuas providencias, atendiendo a reclutas y formación de regimientos. Expídense convocatorias para hazer su magestad el solemne juramento de privilegios.

Aplicación en el restablezimiento de la justicia. Prevenciones de los comunes para la entrada pública de su magestad. Envíanse tropas a las plazas de las fronteras.

Entrada pública del rey nuestro señor y festejos que se le hizieron con otros susessos.

Desembárcanos la flota artillería, municiones y pertrechos.

Antes de tomar la flota su derrota nos desembarcó gran porción de pólvora, ochenta cañones y muchas balas de artillería para pertrechar la plaza de Barcelona y las demás del Principado.

Las esquadras del vicealmirante Leack y del barón Wasenar a instancia de su magestad se presentaron delante la ciudad de Mallorca a efecto de tantear aquellos ánimos si se declararían a vista de aquel armamento, pero fué sin fruto la diligencia, y assí después de alguna manción hizieron vela para el estrecho, desembarcando de passo don Francisco de Velasco en el puerto de Málaga.

Todo el cuerpo de la flota el 23 tomó la derrota para sus puertos con orden positiva de no detenerse en ninguna parte dexando algunas fragatas en nuestro puerto.

Llegonos un expresso con la alegre noticia de haverse entregado a las armas de su magestad la ciudad y plaza de Lérida, que celebrándola el rey nuestro señor toda la corte y exército con el regosijo y contento muy correspondiente al logro de plaza tan importante en la frontera del Reyno de Aragón, nos esperanzó en lo susessivo los felizes progressos que hasta allí se consiguieron en poco tiempo, no faltando que reduzir entonces más que la plaza de Rosas, no sabiendo qué motivo tuvieron los ingleses para dexarla en poder del enemigo, quando su rendición era tan fácil sí más no que la de las demás plazas del Principado.

Capitulaciones que pidieron y fueron concedidas a la ciudad, obispo y cavildo de la ciudad de Lérida:

Primo. Que los señores don Manuel Desvalls y Miguel de Subías, que comandan la expugnación de esta plaza, devan assegurar las vidas a todos los los [sic] cabos, oficiales y soldados que se hallan en ella.

2º Que no se executen desórdenes ni violencia alguna en los naturales y demás personas de la ciudad tanto ecclesiásticas como seculares, deviendo gozar sus bienes con toda paz y seguridad.

3º que no se les impida a los moradores el salir y entrar a la ciudad siempre que quisieren executarlo para poder cole[c]tar sus frutos y comerciar en qualquier parte del Principado, y a los que querrán irse a otros pueblos o dominios, que puedan executarlo y llevarse todos sus muebles y lo que tuvieren, a quiénes se les darán los pasaportes necessarios para su seguridad.

4º Que a las personas que tienen sus bienes y raízes en la ciudad y en su[s] dependencias, que presentemente residen en la ciudad de Barcelona o en otra qualquier parte del Principado, devan gozarlos, y que las que querrán venir a vivir en la ciudad sean admitidas y tratadas como los vizinos que actualmente se hallan en ella, gozando assimismo aquellos los privilegios que estos.

5º Que no puegan obligar en ningún tiempo al común ni particulares de la ciudad a los sometenes y cavalgadas, ni tampoco al ir a bagages, y al alojamiento de tropas, si no es que voluntariamente dicho común o particulares quisieren hazer este servicio, deviéndoseles observar los privilegios que a este fin tienen concedidos.

6º Que en ningún tiempo puedan pedir a la ciudad alguna suma del dinero del donativo de Cortes, que ha pagado la ciudad, haziendo constar con cartas de pago las sumas y quantidades que tiene entregadas a las personas que devían recivirlo.

7º Que los dichos don Manuel Desvalls y Miguel de Subías devan mandar se le restituya luego a la ciudad todo el ganado, y especialmente leguada, que tomaron a la ciudad dentro de su proprio término.

8º Que la guarnizión que se pusiere en la plaza sea limitada, de calidad que solo entre la gente precisa para su defensa, y que esta deva tener sus quarteles en los castillos y ciudadela si no es en tiempo de sitio, y que en el de paz deva tener en su poder la ciudad las llaves de sus puertos tan principales como de las demás, deviendo correr el cuydado de hazerlas habrir y cerrar por los paheres, a efecto de que los vezinos, que la mayor parte tienen sus tierras y haziendas fuera, puedan salir muy a la madrugada a cultivarlas.

9º Que a los moradores y naturales no se les puede obligar a tomar las armas ni a entrar de guarnizión, ni guardia en los castillos y otra parte de la ciudad assí en tiempo de paz como en el de guerra en observancia de sus fueros.

10º Que las gracias y privilegios concedidos assí al común como particulares de la ciudad por los sereníssimos señores reyes devan ser mantenidos y inviolablemente observados.

11º Que a la ciudad y paheres, Universidad y singulares de ella, cavildo y clero de la iglesia cathedral, y assimismo a la Universidad Literaria, se les mantengan los usages de Barcelona, constituciones de Cataluña, capítulos y actos de Corte, privilegios, libertades, inmunidades, gracias, concessiones, donaciones, consuetudines, costumbres, escritas y no escritas, que tienen otorgadas por los sereníssimos señores reyes.

12º Que los dichos señores don Manuel Desvalls y don Miguel de Subías expidan los órdenes convenientes luego para que a la ciudad de Lérida se le restituyan los lugares, azequias, aguas, jurisdiciones y otras cosas que se le han embargado des del principio del sitio hasta el día de oy, restableziéndoles en la posessión sí y conforme la tenían antes.

13º Que todos los processos jurídicamente echos por partes, assí en la Corte del Veguer y consolado, como en otros tribunales, civiles y criminales, sentencias dadas y qualesquier execuciones echas en fuerza de ellas, queden en su fuerza y valor deviéndose continuar las causas pendientes en el estado en que se hallan por los gravíssimos perjuizios que se seguirían universalmente si se avían de comenzar de nuevo.

14º Que deviendo su ilustríssimo señor obispo don fray Francisco Solís muchas penciones atrazadas a la Universidad Literaria del real patronato, que dichos señores don Manuel Desvalls y Miguel de Subías, deviendo hazer apreención de los frutos de la mitra por hallarse el obispo en el otro partido, y haziéndose constar de la legitimidad de los alcanzes, hagan y dispongan que sea pagada de ellos la dicha Universidad, y que igualmente se le satisfaga las penciones que logra en los obispados del Principado por concessiones reales.

15º Que los bienes réditos y emolumentos de la santa iglesia cathedral, de su cavildo, clero, conventos de ambos sexos, devan ser restituidos, poniendo a cada uno en la posessión de lo que es suyo, y puedan gozarlo con toda libertad, impedimento. [sic]

16º Que los señores don Manuel Desvalls y Miguel de Subías devan prometer que su magestad aprobará y confirmará la presente capitulación de calidad que no solo se goze lo contenido en ella, sí también lo que sea servido conceder a la ciudad de Barcelona por la generalidad de privilegios de todas las ciudades del Principado. Lérida, y setiembre 23 de 1705.

Don Manuel Desvalls y de Vergós

Don Miguel de Sobias

Entrada privada del rey nuestro señor a Barcelona. Regosijo y aclamación del pueblo. Desvélase su magestad en continuas providencias, atendiendo a reclutas y formación de regimientos. Expídense convocatorias, lares para hazer su magestad el solemne juramento de privilegios.

Evacuada del todo la plaza de Barcelona y adornado el Real Palacio, resolvió su magestad hazer su entrada privada a la ciudad el mismo día 23, como la executó a las quatro de la tarde poco más por la Puerta del Mar con el acompañamiento de su real corte y mucha nobleza catalana.

Celebrose este acto con el regosijo y contento proprio de vassallos tan amantes de su rey. El concurso, que intervino en aquella ocasión en la plaza del Palacio, no es ponderable, ni la aclamación de la gente, que alborozada y contenta, acudió a aquella parte y en las demás por donde transitava, siendo todo enorasbuenas por la felizidad que logravan de su real presencia.

Desmontó su magestad y sin detenerse passó a la tribuna, que sale del mismo palacio a la iglesia de Santa María del Mar, donde se cantó el Te Deum con mucha musica y solemnidad en acimiento de gracias, y después de aver echo su oración se dexó ver al pueblo que alborozado esperava aquella dicha.

Poco descansó su magestad de las continuas fatigas que sobrellevó en el largo viage de su navegación, y durante la expugnación de la plaza. Aplicose su desvelo a las providencias más prontas y efectivas, que más pudiesen assegurar el resguardo y defensa de la ciudad y plazas del Principado y fronteras. Assí que atendiendo como a mayor entidad al refuerzo de las tropas, mandó formar diferentes cuerpos de infantería, cavallería y fusileros de los soldados del enemigo que tomaron partido para servir baxo sus reales banderas, y de naturales del Principado.

Diose principio a estas formaciones nombrando su magestad los coroneles de los regimientos, que por entonces acordó levantar, recayendo el de la Real Guardia Cathalana a don Antonio de Paguera y Aymerich, cavallero de los más conozidos del país, y igualmente señalado en los interezes de la augustíssima casa, y el intitulado de la reyna Ana de Inglaterra a don Joseph de Peguera del Grá. El de napolitanos a don Nicolás Castillani, reclutándose al mismo tiempo el del general de batalla don Juan de Ahumada y Cárdenas.

De las tropas de cavallería que se quedaron del enemigo, y de los cavallos que a este le tomaron los paisanos y los que se pudieron recoger del Principado, se levantaron tres regimientos: uno de Dragones Reales, de que fué nombrado coronel el conde de Sinzendorf, y dos de cavallería corazas de don Antonio de Clariana, y de don Joseph Moragas, reclutándose el del general de batalla don Pedro Morrás.

Los comunes de ciudad y Deputación resolvieron servir a su magestad durante la guerra en el Principado con un regimiento cada uno, y fué nombrado por coronel del de la ciudad don Jayme de Cordellas, y del de la Deputación don Miguel de Pinós y de Rocabertí, disponiendo don Antonio Desvalls y de Vergós un cuerpo de fusileros, y otro don Joseph Mas de Roda, a más de los que Furgas y Virola y Bach de Roda devían levantar obteniendo ya todos patentes para su comando.

Algunos particulares a impulsos de su afecto al servicio de su magestad y zelosos del bien público y resguardo del Principado, levantaron algunas compañías sueltas para la guarnizión de los castillos de Cardona y Berga, que armaron y vistieron a sus proprias expensas.

La Junta que su magestad mandó establezer en el campo continuava el mismo exerzicio de su encargo y confianza, assí que desvelándose siempre y en todas horas, se aplicava con todo conato en las continuas providencias y disposiciones a que era preciso echar mano en aquella ocasión, que se devía atender a un todo por hallarse el Principado expuesto a las invasiones de las potencias de la España y igualmente de la Francia.

Expidiéronse por el Principado las convocatorias para jurar su magestad los privilegios y subsiguientemente celebrar Cortes, prefixándose el día de una y otra funcción.

Aplicación en el restablezimiento de la justicia. Prevención de los comunes para la entrada pública de su magestad. Envíanse tropas a las plazas de las fronteras.

En el intermedio, que discurrió del día 23 de otubre al cinco de noviembre se atendió al restablezimiento de la justicia tan necessaria para los aciertos. Creáronse por entonces algunas varas, para que prendiendo los que perturbavan la quietud pública, escarmentasen los demás con el castigo de aquellos. Este día salió su magestad a una casa de campo, no muy lexos de la ciudad, y después de aver passado los comunes a cumplimentarle y darle juntamente la enorabuena por los felizes susessos que consiguieron por reales armas y de los aliados en el Principado, retornó al mismo palacio la misma tarde.

A don Francisco Despujol y de Moncorp, que se hallava en Figueras con plenipotencia de su magestad a efecto de arreglar las cosas del Ampordán, que le encargó la aplicación en el recogimiento de caudales que tanto se necessitavan en aquella ocasión, para la manutención de las tropas, vestirlas y equiparlas.

El común de la ciudad y sus particulares no omitían diligencia que pudiesse fazilitar el desempeño de su obligación en los festejos y demonstraciones de alegría para el día de la entrada pública de su magestad, que no podía retardarse, assí que midiéndolo con el inexplicable gozo de sus corazones, era poco todo lo que ideavan executar para obsequiarle en aquella funcción, pero noticioso el real ánimo de sus resoluciones, mandó insinuarles evitasen tanto consumo de caudales reduciéndolo en una moderación y decencia, porque era más importante en aquel cistema aplicarlos a los excessivos gastos que se ofrezían para el resguardo del Principado, expuesto a las invasiones de la Francia y duque de Anjou, que no al expendio que la generosidad de sus corazones dedicava para aquel acto, y assí se arreglaron en todo lo que su magestad les mandó.

Enviáronse algunas tropas a las plazas inmediatas a las fronteras, y assimismo municiones y pertrechos para contener al enemigo en las correrías que podía executar dentro el país.

Entrada pública del rey nuestro señor y festejos que se le hizieron.

Establezidas las disposiciones, que dixe arriba, resolvió su magestad hazer su entrada pública el día 7, que mandó participar a todos los comunes, assí que aquel mismo día después de aver comido, salió con toda su corte en carroza por la parte del mar al lugar de Sans para executarla.

La Universidad Literaria, insiguiendo su antigua observancia, y lo que se avía practicado hasta entonces prevenida con todo el luzimiento que permitía el tiempo y ocasión, exerzitó el acto de su primera obligación en obsequio de su magestad, y assí aprestándose para salir al recivimiento de su real persona, tomó la marcha des de la Rambla a la Puerta de San Antonio con el reglamiento que viene descrito aquí:

Ivan adelante unos 300 dotores vestidos con las insignias correspondientes a sus facultades, y muy bien montados.

Subseguíanles unos 36 cathedráticos poco más, y últimamente el retor y deán de la Universidad, llevando las mazas altas adelante y la ostentación de pages y criados, formando una muy luzida cavalgada. Encontraron a su magestad a cavallo sobre la marcha, besaron su real mano sin desmontar, y después de aver echo el retor una eloquente peroración en obsequio de la real persona, retornaron con el mismo orden y disposición a la Universidad.

Prosiguió el rey nuestro señor la marcha y llegando proseguir el cavildo de la Santa Iglesia, exerzitó el mismo acto y bolvió a su cathedral, siguiéndose después los deputados y oidores de cuentas de la Generalidad del Principado, que assistidos de mucha nobleza y con la ostentación de criados después de alguna mansión con el real permisso, tomaron su marcha entrando por la Puerta de San Antonio.

El común de la ciudad, que únicamente avía de assistir a su magestad en las funcciones de su real ingresso, fué el último que salió, y assí sus conselleres vestidos con riquíssimas gramallas de terciopelo carmesí, guarnezida con galones de oro y las mangas de tissú, acompañado cada uno de seis cavalleros de la prohomenía, passaron a cavallo a la Puerta de San Antonio, y desmontando en aquel puesto, tomaron a pié el camino de la Cruz Cubierta, que encontrado a su magestad junto a aquella, poniéndose el conseller en cap en su mano izquierda se prosiguió la marcha derecho a la Puerta de San Antonio.

Los de la plaza mirando tan cerca a su magestad de la muralla dispararon toda la artillería de los baluartes y castillo de Monjuich haziendo una triplicada salva, y tocando a un tiempo las campanas de la cathedral y de las demás iglesias sin parar hasta quedar terminadas las funcciones de la entrada pública, que se arregló en esta conformidad:

Ivan adelante los trompetas y timbales de la ciudad, y después de ellos los del rey nuestro señor tocando por orden, y a poca distancia una tropa de cavallería tocando sus clarines.

Venía después mucha nobleza de la corte y del país, guardias de alabarderos y de corps, siguiéndose las quatro mazas reales, y junto a ellas los quatro reyes de armas, y después su magestad iendo algo adelante de su real persona el mayordomo mayor príncipe Antonio de Liecktenstein con el real estoque desnudo en la mano, y luego mucha parte de la real guardia de corps con su capitán el general conde de Ulefeld, y subsiguientemente alguna familia de su magestad y otra tropa de cavallería.

Pusieron en el freno del cavallo en que iva montado el rey nuestro señor un largo cordón de seda carmesí adornado con muchas borlas de ilo de oro.

Antes de entrar la Puerta de San Antonio tenía prevenido el común de la ciudad un nuevo palio de tissú y llegando su magestad en aquel puesto profiriendo las palabras “Conselleres tomad el palio” lo executaron sin retardo, y el en cap el freno del cavallo, y poniéndose el rey nuestro señor baxo el palio, tirando aquel largo cordón los de la prohomenía, hizo su real entrada.

Los plateros de la ciudad, que siempre se merezieron singular aplauso en las acciones de garbo y luzimiento que emprendieron, adornaron el pirámide de la gloriosa virgen y mártir Santa Eularia patrona y natural de la ciudad, que construida y levantada se halla en el Padró junto al convento de religiosas del orden de San Gerónimo, con tal arte y disposición, que dió bien que admirar al grande concurso que acudió a aquel puesto. Dispusieron una muy vistosa perspectiva, poniendo al medio el real retrato, guarnezida su moldura ovada de riquíssimos diamantes y otras piedras preciosas, que su reluzir minorava las muchas luzes que junto a él ardían. Pusieron en cada uno de los quatro ángulos que formava un niño ricamente vestido, y passando su magestad con toda la real comitiva aviaron los quatro niños tan impenzadamente una multitud de páxaros, que dirigiéndose todos dentro y fuera del palio, obsequiaron la real persona cantando y dando giros por toda aquella circunferencia ocasionando un summo gusto y alegría aquella repentina invención, de calidad que mandó el rey nuestro señor le llevasen al subsiguiente día a aquellos niños para exerzitar a su real presencia en el palacio aquel mismo acto, como lo hizieron con igual desaogo y desempeño, logrando por él muy buen regalo, que su magestad mandó darles quando se fueron.

De los balcones y ventanas de las casas de la calle del Hospital y otras por donde avía de transitar el rey nuestro señor pendían ricas colgaduras y tapizes con el real retrato al medio en muchas partes.

Las tropas, que en dos líneas se avían formado en la Rambla des del Portal de la Bocaría hasta las Atarazanas, passando su magestad terciaron las armas al sonido de sus pífanos y caxas, batiendo tres vezes las banderas. Siguieron estas su real comitiva hasta quedar terminadas las funcciones, y restituídose el rey nuestro señor a su Real Palacio, en que le dexaron una luzidízima guardia.

En la plaza del convento de religiosas del orden de San Francisco de Asís, dispuso el común de la ciudad un eminente solio circuido de gradas por todas partes, y en lo más elevado un dosel de terciopelo carmesí, guarnezido con franxas de oro y una silla de tissú con sus almoadas de lo mismo. Llegó su magestad en aquel puesto, desmontó y subiéndose a aquel trono con el mayordomo mayor que llevava el real estoque, passó a él con capa fluvial y sus assistentes el padre guardián de aquel convento llevando la vera cruz y poniéndola sobre el missal abierto, que avía sobre la almoada del real trono, se arrodilló su magestad, y adorando la vera cruz puesta su real mano en el missal juró observar y mantenerle a la ciudad de Barcelona los privilegios, usos y costumbres que gozó en tiempo de los predecessores reyes de su augustíssima casa.

Hecha esta funcción, y tomados los autos que se acostumbran en iguales ocasiones, passaron los conselleres a besar la real mano, rindiéndole a su magestad las devidas gracias por el singular favor de haver honrado la ciudad con su real presencia y jurado sus privilegios. Las banderas de los gremios en manifestación de la alegría de aquel acto, que llevavan los mayorales lindamente adornadas, passando delante de su magestad le obsequiaron tres vezes, encaminándose después a la cathedral a tiempo que la artillería de los baluartes hizieron una triplicada salva dirigida al mismo fin.

Levantose el rey nuestro señor de su real silla, y tomando los conselleres el palio, se prosiguió el camino a la cathedral con el mismo orden, transitando por las calles Ancha, Cambios, la de Moncada, Boria, Librería y delante la iglesia de San Jaime, y llegando el Palacio Episcopal desmontó su magestad a tiem(po) que ya avía salido a recibirle la processión de la Santa Iglesia con sus banderas, clero, cavildo y el obispo de Solsona don Guillermo Goñorons con sus assistentes vestido de pontifical a recivir su real persona, que poniéndose en el medio del gremial a mano drecha del obispo, cubierto y baxo el palio passó a la santa iglesia cathedral, cantando los chantres el responsorio: “Rex elexit eum, exelsum fecit etc”, respondiendo lo mismo la musica, órgano y cantoría. Entró la processión, y haviéndose prevenido sobre la grada superior de la puerta principal un pequeño con sus almoadas, y en él un missal abierto puesta la vera cruz encima, y después de aver el obispo esparzido agua bendita a su magestad, se arrodilló en aquel trono, teniendo la mano drecha sobre el missal a tiempo que su secretario don Ramon de Vilana Perlas, que lo era entonces por los negocios del Principado, profirió las palabras: “Vuestra magestad como cathólico rey y señor nuestro, promete defender la Iglesia y jurar por la Santa Cruz y por los quatro Evangelios a nuestro señor Dios de observar los privilegios e inmunidades de aquella”, adorando su magestad la vera cruz y manteniendo la mano sobre el Evangelio del missal dixo: “Lo juro assí”. De cuyo juramento se tomó auto por el notario del cavildo subsiguientemente. Entonaron luego los chantres el Te Deum hallándose ya toda la processión dentro la cathedral, y le repitió la capilla, órgano y musica alternando con el clero, que se avía quedado en el coro prosiguiendo con toda solemnidad. Subió su magestad al presbiterio y arrodillándose en el trono que en él avía su real persona hizo su oración durante el Te Deum, y finido dixo el obispo en alta voz las oraciones siguientes:

Deus juditium tuum Regida – Et justitiam tuam etc.

salvum fac Regem Domine – Deus meus etc.

Iritte? ei auxilium de sancto – Et de sion etc.

Nihil profitiat inimicus ineo – Et filius iniquitatis etc.

Fiat pax in virtute tua – Et abundantia etc.

Domine exaudi orationem meam – Et clamor meus etc.

Dominus vobiscum. – Et cum spiritu etc.

Oremus

Deus cujus omnis potestas, et dignitas famulatur da huic famulo tuo, et Regi nostro Carolo prosperum sub dignitatis affectum: In qua te semper timeat, tibique jugiter conscendat; per Christum Dominum nostrum. Amen

Terminada la funcción, y después de haver visitado su magestad el cuerpo de la virgen y mártir Santa Eularia, passó con toda su real corte y acompañamiento del cavildo y nobleza, a la puerta principal. Subió a cavallo y llevándole los mismos conselleres baxo el palio, tomó la marcha con el mismo orden y disposición que de antes azia el Real Palacio, haziendo arder el común de la ciudad más de 300 achas por las calles que transitava, sin las muchas luzes, que pusieron los vezinos en los balcones y ventanas de sus casas.

No es ponderable el concurso que intervino en la cathedral durante aquel solemne acto, y solo dixe que ocupándola totalmente y sus claustros, quedó otra tanta gente fuera viendo la impossibilidad de su entrada.

El que existía en la plaza del Real Palacio de todos estados esperando el arribo de su magestad fué igual si no mayor. Antes de llegar a ella difundían sus vozes continuos elogios y aclamaciones, tocando a un tiempo los timbales y clarines, y igualmente la musica de la ciudad en la galería de casa de la Generalidad del Principado frente al mismo palacio.

Desmontó el rey nuestro señor y toda su real corte, y dexando los conselleres aquel rico palio en el palacio, después de aver besado la real mano, se bolvieron a Casa de la Ciudad con muchas luzes y acompañamiento.

Continuava la aclamación del pueblo en la plaza. Dexose ver su magestad en el balcón para manifestarles a aquellos fieles vassallos la acceptación que le merezían los actos que a impulsos de su amor exerzitavan en su real obsequio, que fué un nuevo incentivo para que con más fervor y viva vos prosiguiesen la aclamación.

A las ocho empezaron las luminarias y fue tanto lo que se esmeraron los vezinos, que las muchas luzes y achas que ardían en sus ventanas y balcones podían competir con el claro día. En cada uno de los que ardornavan el Real Palacio se pusieron dos achas. Tocavan en la galería, que dixe arriba, la musica y clarines de la ciudad, durante los intervalos que permitía el disparo de tanto artificio de fuego como el que se hizo en aquella ocasión, y especialmente el de un castillo que armaron en la plaza del mismo palacio, ideado con tal arte y disposición, que el estruendo y fuego que arrojó por algún tiempo motivó a la vista y oídos de aquel concurso a un summo gusto y deleitación.

En las casas de los comunes de ciudad y Deputación, todo fué un festejo y demonstraciones de un summo amor que mantenían a su rey, dirigiendo aquella musica y luminarias en celebridad de su real ingresso.

Correspondieron a este obsequio las iglesias de la ciudad, disponiendo en sus torres o campanarios y circunvalación de sus texados una multitud de luzes en faroles, haziendo su dever el castillo de Monjuich con los suyos, y muchos fuegos que hizo en su montaña.

Recorrían la ciudad unas muy vistosas cavalgadas con diferentes invenciones y trages llevando en la mano achas encendidas.

Viéronse muchas perspectivas y invenciones, y invenciones de fuego por las calles, que passeava la gente de todos estados en inexplicable concurso.

Tres noches duraron los festejos de luminarias, y como las subsiguientes a esta fueron iguales, omito su difusa narración passando a otras ocurrencias.

Eran muy correspondientes al christiano y cathólico acuerdo de su magestad los actos que mandó exerzitar en la iglesia el subsiguiente día 9 en obsequio y veneración de la divina tan propicia en la justicia de su causa, como lo manifestaron las glorias que consiguieron sus reales armas en tan poco tiempo, assí que se hizo una processión general, que salió de la cathedral a las 8 de la mañana poco más, en que además del cavildo y clero de aquella santa iglesia, concurrieron las comunidades de todas las parroquias y religiones, con el luzimiento y adorno de cruzes y tabernáculos, que el resplendor de las muchas piedras preciosas que se miraron en ellos podía causar emulación a los mismos rayos del sol a no oponerse con aquel principio filosófico: “Propter quod unum quodque tale, et illud magis“.

Los mayorales de las cofradías, o gremios de la ciudad, se esmeraron igualmente en el adorno de las banderas, que llevavan en la processión.

Salió esta de la cathedral en que assistió su magestad llevando el palio los conselleres, tomando el mismo rumbo y camino que la del Corpus Christi, con mucha musica y cantoría tocando los timbales y clarines de su magestad.

Adornaron los vezinos las calles por donde avía de transitar con pulidíssimos altares, colgaduras y tapizes en las paredes de sus casas, ventanas y balcones, y en muchas partes se mirava el real retrato de su magestad.

Restituída a la cathedral se cantó el Te Deum en acimiento de gracias, y un solemne oficio, con mucha musica y cantoría en presencia de su magestad, que en toda la funcción dió exemplar a los más adelantados en virtud su modestia y devoción.

Prevenidos los comunes de que su magestad avía acordado para el día 9 su real besamano, passaron los conselleres, Deputación, brazo militar y cavildo al Real Palacio cada uno en la hora que se les destinó para exerzitar aquel dichoso acto de vassallage, en que se le ofrezieron todos nuevamente a quanto pudieren emplearse en su servicio, con vidas y haziendas, a cuya fineza correspondió el real ánimo demonstraciones de mucha estimación y agradezimiento.


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